El corazón le iba a doscientos. Erik Devil y Yah-jil le habían atado a una silla, las manos amordazadas en los reposabrazos y una corbata como venda en los ojos. No hacía ni dos días que Jhostin Brown se había aventurado a mandar un mensaje a los productores de My Dirtiest Fantasy, contando con todo lujo de detalles con quién y cómo le gustaría cumplir una de sus fantasías más cerdas.
No era tonto el chaval. Había escogido a dos de los más guapos del estudio. Sus fantasías fueron órdenes, aunque seguramente después la realidad superase sus espectativas. Que quería que los dos le recibieran en traje, con sus camisas ajustadas a sus cuerpos musculaditos, con los pantalones ceñidos dibujando la perfecta cula de sus culazos empotradores. Pues concedido.
Que quería que fueran sus amantes y no le dejaran ni a sol ni a sombra colmándole de besos y placeres, pues ahí estaban, el guaperas de Erik susrrándole cerdadas al oído, comiéndole la oreja mientras Yah-jil le morreaba y le metía un agarrón al paquete, haciéndole una paja por encima de los vaqueros.
Le desnudaron, le dejaron tumbado sobre la mesa y al quitarle la venda no pudo tener mejores vistas. Ver la cara de Erik le alegró sobremanera y mirar hacia abajo y ver los ojazos de Yah-jil por encima de su huevera, el cabrón comiéndole la raja del culo, era lo más excitante que había vivido nunca. Si a eso agregaba el detalle de que los dos se habían bajado las braguetas y las pollas les salían empinadas por el estrecho hueco de los pantalones, la cosa no podía ir mejor.
Su fantasía iba viento en popa. Se arrodilló en el suelo y comenzó a chuparles los rabos. Largas, grandes, tios guapos. Le encantó que culearan follándole la boquita mientras se las mamaba. En sus fantasías, ellos estaban quietos y él se encargaba de sacarles la leche, pero no contaba con que Erik y Yah-jil en la realidad estaban vivitos y deseando follarle todos los agujeros.
Ahora era Erik el que le ponía ojitos mirándole por encima de la huevera mientras le comía el culito y cuando quiso darse cuenta, Yah-jil estaba haciendo una sentadilla sobre su jeta. Ver cómo se iba acercando la comida, su precioso culazo, sus pelotas y su polla tiesa, le puso cachondo. Yah-jil apretó hacia abajo su polla con el pulgar por la base y se la metió al chavalín por la boca.
Fue Yah-jil el que le dio a pelo por detrás. La tenía durísima como una roca. Se la metió por el culo hasta que Jhos pudo sentir las bolas taponando su agujero. Erik se encargó de rellenar su boca con su rabaco amorcillado. Lo que le hacía sentir a Jhos el dejar escapar de entre sus labios el rabo lleno de babas y verlo caer entre sus piernas tan largo y majestuoso, no estaba escrito.
Durante unos minutos, los dos se apartaron a una mesa cercana, sentaron sus traseros en el borde y comenzaron a masturbarse los tres, cada uno con su polla en la mano, lanzándose miraditas, jugando a un morboso juego del que no podían escapar. Jhos se fijó en los pantalones de Erik. Tenían manchas blancas. Su imaginación voló por todo lo alto. Le imaginó en unos baños públicos, con varios tios pajeándose junto a él y salpicando de semen su pernera. Y el cabrón reutilizándolos, como si esas marcas fueras las medallitas de un soldado.
Jhos también quería sus medallitas. Erik y Yah-jil se acercaron cada uno por un lado. Se pajearon duro, le agarraron de los pelos de la cabeza para que chupara la verga a uno y a otro, los dos convertidos en animales tratando de conseguir los favores de su boca. Entre gemidos, se corrieron encima de su cara, por su cuello, dentro de su boca y le volvieron a emborrachar la boca de polla corrida.