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Gabriel Clark se folla sin condón a Thyle Knoxx y se corre a lefazos en la raja de su culazo | MASQULIN

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La noticia les pilló por sorpresa y en un viaje de colegas. No vuelos internacionales, todos en casa. Confinados en una habitación de hotel durante catroce días sin poder salir, Gabriel Clark y Thyle Knoxx tuvieron que aplicar medidas desesperadas para cubrir sus momentos de intimidad. Hacerse una paja entraba dentro de los ritos sagrados de un hombre.

Thyle quedó en que se quedaba en la habitación poniéndose una porno aprovechando los datos móviles y se ponía los cascos para no escuchar los gemidos mientras Clark se la meneaba encerrado en el ropero. El por qué de los cascos estaba justificado. Clark era un tio tan sexual que sus gemidos se volvían gritos y cuando se corría lo hacía a lo grande, lanzando trallazos de lefa a las paredes y dejando el suelo lleno de semen.

Las medidas funcionaron durante unos días más, pero casi en la veintena, Gabriel no podía aguantar, aprovechó que Thyle se había echado una siesta en el sofá y se puso a magrearse el paquete. Thyle despertó justo en ese momento. Al principio se hizo el dormido, para poder ver la forma de esa polla por debajo de los pantalones. Después le preguntó qué estaba haciendo y Gabriel, lejos de inmutarse, siguió a lo suyo.

Pues sí, esto iba para largo y a lo mejor iba a ser más cómodo hacérsela juntos, o mejor, hacerlo juntos. Habían estado perdiendo mucho tiempo usando la mano, con lo rica que estaba una boca húmeda, con lo rico que estaba chupar un buen rabo largo y duro. Se chuparon las pollas. Gabriel abrió de piernas a Thyle y le enchufó el rabo por el culo sin condón. Sí, ni a por condones podían ir.

Iba a estar bien pasar el resto de los días de encierro así, uno dentro del otro, follando, amándose, mirándose y echándose el aliento de los gemidos de gusto cara a cara. Gabriel era un hombre que sabía lo que tenía qjue hacer para enamorar a un tio, aunque fuera su colega, y lo conseguía. El culazo de Thyle era irresistible, acogedor y Gabriel empezó a amarlo con su polla. Le encantaba cuando le daba de pie por detrás y le bastaba con inclinar la cabeza hacia un lado para ver toda su dote colgando y meneándose entre sus piernas, sus cojones colgando, su larguísimo rabo meciéndose.

Thyle iba a descubrir el secreto tras los intensos gemidos de las corridas de Gabriel. Había visto los restos de esperma en el suelo, por las paredes como si fuera gotelé, pero ahora iba a sentirlo de primera mano. Gabriel le sacó la polla del culo, justo cuando comenzaba a correrse, o quizá un segundo antes de correrse dentro. El impacto de los lefazos en la raja del culo era bestial, la leche correteando entre sus piernas. Thyle estaba seguro de que le había dejado un poquito preñado. El muy cerdo de Gabriel se agachó para relamer toda la corrida y después se zampó la de Thyle. Recoger su lefa de las paredes y el suelo no, pero lamerla de otro tio se le daba de puta madre.

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