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El capitán Adam Ramzi se folla al grumete Max Adonis sin condón | Himeros TV

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Aún dudaba de sus preferencias sexuales y más después de ver a un capitán de barco macizorro en su paseo por la bahía. Max Adonis se moría por salir a la ventana y gritar que era gay, pero de momento iba a tomarse un rato para experimentar con sus fantasías y tener claro del lado de qué bando estaba. Se recostó en la cama, mientras la brisa mecía las cortinas de la ventana de su habitación y soñó con que era marinerito en un barco.

Era el grumete, la putita del capitán Adam Ramzi. Al capitán le iban los jovencitos y los metía en su barco. A los jovencitos les ponían cachondos papis como ese, buenorros, fuertes, guapos y atractivos y se subían a su barco. La limpieza de los baños y la cubierta se hacía pasajera sabiendo la recompensa que habría al final. Las manos varoniles y fuertes del capitán abriéndote la raja del culo, su cara de machote entre tus piernas jalándote la polla, mirándote con esos ojazos claros que te hacen correrte de gusto.

Sí, al capitán Adam le gustaba mucho pasar el rato entre las piernas de los grumetes, raspar con su prominente barba el ojete, los huevos y la polla de los aspirantes a marineros. A Max también le gustaba pasar el tiempo entre las piernas del capitán, chupándole la verga. La tenía robusta, enorme, venosa. Le encantaba llenarse la boca con ella una y otra vez mientras le redondeaba los pezones y se los ponía duros con la yema de los pulgares.

El capitán Adam también tenía sus fantasías. Le molaba hacerlo en la salida a la cubierta, donde la luz que entraba por el hueco de la escalera confería ese espacio entre íntimo en penumbra y soleado a plena naturaleza que le ponía cachondo. Sentó a Max en uno de los peldaños y se lo folló a pelo, arrastrando su madura pollaza por el joven y apretado agujerito del grumete.

A Max le encantaba mirarlo de frente, su torso peludo y varonil, los abdominale sque se le marcaban cada vez que se la metía hasta el fondo, su cara guapísima mirando hacia arriba y entornando los ojos cuando le venía la corrida, le sacaba la polla del culo y se dejaba la leche encima de sus partes. El roce de los nudillos de su mano en las pelotas mientras se hacía la paja y ese chorrazo de lefa blanca y caliente que caía al lado de la polla, mojándole los pelos negros de alrededor, toda su leche en los pelos de la polla de otro hombre.

El capitán se quedaba relajadito, dejando caer su cuerpo sobre el del grumete. Ahora Max podía besarlo, acariciar su cuerpo, sentir su minga todavía caliente rozándole la raja del culo. Quedarse los dos dormidos, escuchando el ruido de alta mar, los requiebros de la madera del barco meciéndose en él.

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