Tuvo que ponerse de puntillas para besarle de lo alto que era. Andy Star estaba como un gatito en celo, con la carita pegada a la de Marco Antonio, dejando que ese esbelto tiarrón le lamiera los morros. Su cuerpo bronceado y musculoso le ponía muy cachondo. Marco creyó que era el momento oportuno para enseñarle una cosa que le iba a gustar mucho.
Como si estuviera delante de unos meaderos, tiró de un lateral de los calzones y se sacó la chorra. Todavía dormidita, aún así le medía ya más de quince centímetros de largo, encapuchada y de un tono más moreno que el resto de su cuerpo. Andy se agachó, se la alzó hacia arriba para besarle los huevos, después la inclinó hacia su boca, mirando de cerca la puntita que asomaba por el pellejo que la recubría y se la metió dentro de la boca.
No recordaba haberse zampado una así tan peculiar desde hacía tiempo. Sí, estaba blandita como una nube de caramelo, pero le obligaba a abrir la boca a tope y por mucho que tragara nunca llegaba hasta el final. Hasta él mismo estaba extrañado. Ese pollón era todo un reto. Empezó a pillar la técnica a esa pollaza lubricadita, intentando que en cada mamada no se le escurriese entre los labios, aunque alguna vez lo hizo y tampoco le importó ver el rabo colgando y meneándose todo lo largo que era, todavía con una buena capucha puesta.
Andy pasó por delante de Marco, le dio la espalda, se inclinó un poco, miró hacia atrtás y se puso las manos en la goma de los gayumbos haciendo un amago de bajárselos, con la intención de que fuera Marco quien lo hiciera. Marco también se llevó una grata sorpresa al descubrir un lujoso culazo redondito, musculoso y blanco. Metió los morros en la raja y empezó a lamérselo con mucha hambre.
Merendarse ese culito se la había puesto tocha. Cuando volvió a levantarse para la segunda mamada, Marco se agarró la polla y se la palmeó sobre la mano dándose unos buenos hostiazos encima, justo delante de la cara viciosa de Andy, para que escuchase el sonido del durísimo pollón. Ahora sí que estaba bien dura. Andy miró el pito larguísimo y tieso y le entró también un hambre voraz de lo guapa que era esa pija.
Se la metió dentro de la boca empachándose de rabo y tragó hasta que se le saltaron las lágrimas. Cómo le jodía que a pesar de hacerlo apenas hubiera tragado poco más de la mitad. Al sacarla, jadeó encima de la verga y Marco aprovechó para menear las caderas y pollearle la jeta. Andy miró el rabaco de cerca y comprendió por qué esa pollaca era todo un reto y es que la punta era algo más fina y entraba de puta madre, pero a medida que se acercaba a la base, era mucho más gorda.
Aun así lo intentó una y otra vez, dejándosela mojadita en saliva, pajeándola con la mano esparciendo sus babas por todo el trabuco. Estaba empezando a enamorarse de esa gigantesca y gorda pollaza y del adonis de su dueño, que ahora estaba sentado dejándose comer el rabo, a cuerpo de rey, con los brazos por detrás de la cabeza, disfrutando de las vistas de un guaperas jalándole la entrepierna.
Andy miró hacia arriba y se encontró con la mirada de Marco. El tio estaba buenísimo. Tenía un atractivo especial la que no podía resistirse. Eran sus grandes ojazos oscuros, sus labios gruesos, la forma ancha de su nariz, esa ceja con la raya, su pelo moreno y revuelto. Se dio la vuelta, se puso a cuatro patas sobre el sofá y le ofreció su culo. Necesitaba tener dentro de él a ese machote y descubrir qué tal zumbaba buenos panderos como el suyo.
Marco le metió la gordísima polla por el culo sin condón. Entró super ajustada. Andy no podía quejarse del culazo tragón que tenía. Le encantaba follar y le habían metido muchas vergas, pero cuando llegaba una así de grande la recordaba para siempre, porque pocos eran los que conseguían que nada más metérsela le hicieran besar las sábanas y proferir guarradas e insultos por la boca.
Andy pasó una pierna por encima de la de Marco y con un simple movimiento y sin que esa polla saliera del interior de su culo, ya estaba sentado encima de sus piernas, cabalgándole. Marco reparó en el cuerpazo musculado de ese cabrón que le estaba pajeando la polla con el trasero. Tener a un chulazo así saltando encima hacía que la polla se mantuviera firme y robusta como un roble.
Mientras saltaba, Andy se pajeaba su propia polla, pero después la dejó suelta y el espectáculo fue increíble, su rabo largo y empalmado rebotando hacia arriba y hacia abajo. Volvieron a hacer lo mismo pero esta vez cara a cara. Si ya ver a Andy de espaldas era un lujo, de frente Marco tuvo que hacer el esfuerzo por no correrse. Esa guapísima cara enmarcada en una barbita de varios días, sus abdominales, unos pectorales que destacaban en su torso, grandes y fuertes, su polla caliente y dura rebotando una y otra vez encima de su cuerpo.
Ese meneíto de rabo entre los dos era como mínimo para quedarse hipnotizado. Marco miró todo el conjunto, incluída su polla desapareciendo por el agujero tragón de ese culazo y lanzó una sonrisa de vicio y felicidad a Andy que fue correspondida. Lo estaban pasando bien, pero que muy bien. Eran unos cerdacos y les encantaba hacer cerdadas.
Andy se tumbó bocarriba en el sofá y Marco arrastró su culazo hacia el reposabrazos para quedarse él de pie y rematarle el ojete a pollazos. Tener el trasero en una posición algo más elevada que el resto del cuerpo, permitió a Andy ver la follada de Marco en primera línea, haciendo flexiones sobre él, insertándole toda la polla. Estaba buenísimo el cabrón. Ese machote se merecía todas las puertas abiertas.
Se fijó en el pelo del flequillo sudado sobre su frente, su mirada fija y concentrada en agujerearle. Al sacarle la polla del culo, Andy se palpó el ojete. Le había dejado un buen agujero expandido. Andy volvió a darle la espalda sentándose en sus piernas y saltando con la polla clavada dentro. Le encantaba esa postura, sentadito en las piernas fuertes de un varón, para escupir leche. Se la pajeó y se quedó bien a gusto dejándose la lefada encima de los muslos de Marco.
Se tomó su tiempo sacándose hasta la última gota, con los ojos en blanco, disfrutando de la relajante experiencia de la corrida, tumbándose sobre el torso sudadito y caliente de Marco. Recuperado, se puso de rodillas en el sofá y se inclinó hasta dejar su cara a tiro de la polla de Marco.
Ese cabronazo la tenía tan grande y larga y con la corrida se le ponía tan gruesa, que el lefote tardó en recorrerla, pero mllegó, en forma de exquisito dulce empapando su lengua y sus labios. Andy se tragó una vez más la polla y empezó a degustarla, a zorrear con ella rebozándola por encima de su cara, haciendo que un rastro de leche blanca y calentita le decorase la barba. Con el sabor a leche en la boca, subió a besar a Marco y volvió a mirar esa jodida y gigantesca verga.