A medida que iba disparando fotos, Ben se dio cuenta de que algo no iba bien. Sí, Dylan Anderson y Billy Bones habían seguido sus indicaciones hasta ese momento. Semi desnudos a contraluz en la ventana estaban fantásticos luciendo sus cuerpazos varoniles con las vergüenzas tapadas por unos ajustados y coloridos slips como taparrabos.
Pero en cuanto les hizo darse la vuelta y les dijo que se pasaran un brazo por el cuello abrazados como colegas y que bajaran los gayumbos para enseñar sus blanquitos y redondos culetes, dejaron de seguir sus órdenes. Ben se asomó para ver qué estaba pasando y les pilló acaramelados, en ese momento de acercamiento en que Billy buscaba la boca de Dylan intentando descubrir si era correspondido.
Inmortalizó ese momento antes de que se besaran. El torso de Billy lleno de espuma, los calzones a medio bajar enseñando los pelazos negros de la base de su miembro. Dylan se dejaba abrazar y su polla tiesa se escapaba por encima de la goma de los gayumbos. Se dieron cuenta del intruso y miraron a la cámara, pero con unas miradas tan distintas a las que tenían momentos antes. Eran miradas como perdidas, cargadas de lujuria y deseo, quizá de agradecimiento, por haber hecho que se conocieran en esa bañera.
A partir de ahí Ben dejó de dar órdenes y dejó que hicieran lo que les apateciese. Volvieron a sumergir sus cuerpos en la bañera. Había una cosa que a Ben le llamaba la atención y es que mientras que en la mirada de Billy veía deseo por follar, en la de Dylan veía algo más. El tio no dejaba de mirar el cuerpazo de Billy, enamorado de sus pectorales peludos, de su bigotito, su barba y su cara bonita.
Elevaron los culetes sobre el agua y le regalaron un momento periscopio inolvidable. Los dos tenían unos buenos rabos. Dylan era el que más larga la tenía y Billy ganaba a lo ancho, destacando sobre todo su impresionante cipotón rellena bocas. El calor del agua se había encargado de relajarles las pelotas, así que los cojones les colgaban y se expandían bien marcados a cada lado de las entrepiernas.
Billy se acercó al pecho de Dylan y miró a la cámara. Esa mirada lo decía todo: me lo quiero follar. Levantó su cuerpo mojado y se sentó en una esquina de la bañera con el pito tieso. Dylan se acercó sumiso, se puso de rodillas y empezó a comerle la verga. Después se dio la vuelta mirando hacia la otra esquina, encorvó la espalda y dejó que Billy lo empotrara a pelo. Ben les siguió hasta la cama, donde Dylan también dio buena cuenta del culazo de Billy y donde los dos terminaros de nuevo, abrazados como colegas, haciéndose unas pajas.