Un encuentro entre España e Italia siempre apetece un sábado por la noche en compañía de colegas y unas cervezas. Mientras el resto de amigos jalean a sus equipos en el salón delante de la tele de setenta y cinco pulgadas donde más tarde se pelarán las pollas viendo porno como si estuvieran en el cine del barrio, Abel Sanztin y Dshock celebran su particular encuentro, sin goles, pero con Dshock siempre dispuesto a dejarse ganar y que el españolito pollón se la meta hasta los cojones, rompiendo la red de la portería si se tercia.
Si todos los jugadores de fútbol de la selección gastaran el mismo tamaño que el impresionante trabuco de veiticuatro centímetros de Abel, ganábamos seguro. Sólo les haría falta bajarse los pantalones y menearla para noquear al rival más fuerte. Lo de dejársela ver dura Abel lo reserva para la intimidad. Le encanta ver al italiano entre sus piernas chupándole la polla como si fuera un polo, tragando y pajeando a la vez.
Le agarra la cabeza plantando las manos en sus sienes, en sus pelos rizados y se la mece hacia adelante y hacia atrás como si fuera un masturbador personal provocándole alguna que otra arcada. Eso es bueno, que la picha le entre por la garganta. Su mano con dedos tatuados agarra firme el rabo. Sobre la enorme polla cabrían otras dos como esa y aún así se vería el cipote. Acierta a verle un ancla tatuada en el dedo índice, un rayo en el siguiente, los otros dos permanecen ocultos a su vista porque los pelos del rabo no le dejan ver.
El italiano tiene un culo precioso, de los que te la ponen dura al momento. Delgadito pero redondo y blanco, super suave, sin un solo pelo. A Dshock le gusta abrirlo bien para cualquier tio, elevando las piernas y acurrucándose. El trasero es su punto fuerte y lo sabe. Abel planta las narices bajo su escroto y saca su hábil lengua a pasear.
Dshock se da la vuelta y se pone a cuatro patas, agacha el pecho posándolo sobre las sábanas elevando el culete, dando el pistoletazo de salida a la follada. Abel no pierde tiempo. Se escupe en la mano, se restriega el rabo con la mano mojada en saliva y penetra a fondo ese culazo caliente con su largo pito. Música para sus oídos ese primer gemido de gozo que suelta Dshock.
Apenas han pasado unos segundos, todavía acostumbrándose a algo tan grande dentro de él, nota el palmeo de los huevos de Abel entre sus piernas. Escuchan el cántico de un gol al otro lado de la puerta. España va ganando. Dshock aprovecha la algarabía para gemir más alto. Le encanta ser todo un pasivazo y, cuando su ano se ha acostumbrado a semejante tamaño, sentarse en las piernas de Abel clavándose sobre su tronco.
Se la pajea con el culo. Salta alto a posta para que se salga y así poder sentir el rabo duro y enorme acariciándole la raja, poder cogerlo con la mano y conducirlo de nuevo hacia su agujero, donde estará a salvo y le dará muchos mimos. Abel le revienta el culo follándoselo bocarriba. Para un momento, se la saca y mira el agujero. Menudo rosetón le ha dejado, nada que ver con ese culito tierno que se comió al principio. Todo eso lo ha hecho él, menuda guarrada. Se siente orgulloso.
Se la mete, le domina. Dshock culmina corriéndose encima. Se moja el torso con unos buenos lechazos, como cinco o seis a buena altura. Tener todavía dentro del culo la gorda polla de Abel le excita y hace que la corrida se alargue más de la cuenta. Dshock se da la vuelta poniendo la cabeza a pie de cama. Abel está de pie castigándose el pene a pajotazos, encima de su cara.
Toma facial que te crió. Lo grumos blancos que empiezan a salir del cipote de ese enorme pollón parece que van a desperdiciarse en algún lugar incierto, pero el movimiento de la mano hace que caigan sobre la jeta de Dshock. El primero certero dentro de la boca, los demás sobre la frente en bonitas y gruesas hileras blancas lechosas, hasta gomina en el pelo. Dshock no es muy de llevar gomina, pero esa le encanta y si Abel la recoge con el dedo gordo y se la mete por la boca para saborear, lo hace. El partido ha terminado, fuera y dentro.