Le encanta que otros tios se pongan cerdos mirando cómo le crece la polla bajo los pantalones grises de deporte, que los perracos se pongan a cuatro patas deseando echarle mano entre las piernas y que para conseguirlo se dejen dar una buena somanta de hostias suaves con el pie, cachear el culo, decir guarradas susurrantes a la oreja, comer sobacos y mil cerdadas más a las que sólo un tio puede someterse cuando necesita rabo.
Todo sea por rozar con la yema de los dedos un buen pollón calentico y notar su dureza. Martin Mazza siente placer en la tortura de ponerse de cara contra la pared, dejando que el machote de Xavi Duran le meta los dedos hasta el fondo del ojete y le cachee el culo hasta dejárselo rojo como un tomate. A cambio no solo consigue rozar el rabo de su torturador con sus manos, sino que además se lo deja comer a bocado limpio tanto por la boca como por su agujero tragoncete hasta que al machote le vienen las ganas de expulsar la leche.
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