El pellejo del rabo se le retraía por detrás del glande cuando Yago se la chupaba con fuerza y lo desplazaba con los labios. Ver al chaval con esos ojazos y tan guapo comiéndole la pija le despertaron a Tian Tao más que nunca los sentidos ocultos de la polla. Veinte centímetros de tranca eran demasiado para su boca, aunque se sabía manejar de lujo con ella entre las manos y chupando.
Le puso a cuatro patas y le dio por culo, encantado de meter toda su larga barra por el trasero de ese guaperas brasileño que estaba de vicio. Se la hundió una y otra vez dejando que el incesante chapoteo, el plas plas del choque entre sus caderas y sus nalgas pusieran la banda sonora a esa habitación a la que había dejado en penumbras, con las persianas bajadas, para evitar que vecinos curiosos espiaran. Le quería para él y sólo para él, nada de compartir.
Ante su pollón grueso y alucinante, el ano de Yago cedía para dejarle paso al entrar y se resistía al soltarlo cuando lo abandonaba. Se tumbaron los dos juntitos, Tian se lo trincó como a un pavo por la retaguardia y no dejó de mirarle mientras le jodía con toda la trompa, ensimismado por esa carita guapa que le ponía bien tierna la polla encabronándolo aún más.
Se tumbó en la cama y se dejó cabalgar, colocando las manos por debajo del culete de ese mamón, sintiendo su tacto suavecito mientras el chaval saltaba alegremente hundiéndose y sacándose su enorme polla del agujero. Le puso la cabeza apoyada contra su pecho al correrse. Le salió el tiro desviado y en lugar de ensuciarle la carita, le dejó una buena pajarita de leche en el cuello.
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