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Ryan Bones mete todo su pollón dentro del culito del guaperas Harvey Sid | MEN

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Harvey Sid, como tantos otros chavales, fantaseaban con tener a un daddy en sus camas. Pero Harvey no era como los otros chavales. En cuanto descubrió a temprana edad que le gustaban las pollas, comenzó a frecuentar todo tipo de lugares donde los hombres se daban cita para hacer cosas de hombres. A veces un callejón con toda una pandilla, otras veces en el almacén de un bar seduciendo al camarero de turno. Guapete, decidido y muy morboso, cuando quería rabo lo encontraba.

Ahora tenía a Ryan Bones en la cama y no sabía por dónde empezar a disfrutarlo. No era exactamente un daddy por la edad, pero sí daba el pego por su apariencia y estaba como un quesito de rico. Acarició sus abdominales, fuertes y duros como una roca. De tanto tocar hizo que a Ryan le creciese la minga hacia un lado de los calzones y lo maravilloso fue ver eso, cómo crecía mientras le tocaba.

Al sacársela de los gayumbos, el aroma a polla encerrada le golpeó en las napias como un mazazo de que no pudo recuperarse. No podía remediarlo, le encantaba el olor a rabo después de sacarlo de su encierro. Le puso el pollote gordo en vertical y lo amó entre sus labios. Comenzó chupando lento, deteniéndose en el cipote, pero según crecía y se ponía más duro y robusto, le dio caña tragando hasta llenarse la boca entera.

Para entonces, Harvey ya estaba completamente desnudo. La mano grande y caliente de Ryan le sobaba el culo y él no podía ocultar lo mucho que le gustaba su daddy, su pito tieso y sus huevos colgando restregándose contra las sábanas ya lo decían todo.

De pie contra la ventana Ryan estaba realmente delicioso, con la luz difuminada del sol entrando a través de las cortinas y dando color a su escultural torso. Harvey plantó la mano encima de su polla y a base de mano y boca le hizo una mamada de tornillo. No paró hasta sacar un gemido a Ryan, hasta que vio cómo hacía el intento de separar la boca de su polla por miedo a correrse dentro.

Fue allí mismo, tumbado en el alféizar de esa misma ventana, donde Ryan le metió la polla por primera vez. Harvey se mordió el labio inferior de gusto al ver la forma en la que se ponía el condón. No sin dificultades, se dejó el rabo embutido como una morcilla y luego, lentamente, fue hundiendo esa gorda y enorme polla dentro de él.

El ojete de Harvey se resistía a tragar algo tan grande, así que Ryan subió un pie al alféizar para ganar un punto de apoyo y poder penetrarle. Ya estaba dentro, un tio bien grandote estaba dentro. Fue una puta locura ver a ese macho reventarle el ojete, pero mucho mejor era poder mirar y tocar todo lo que quisiera de él mientras le hacía suyo. A Harvey le molaban los muslos grandes, fuertes y varoniles con pelo, así que se aferró a su pierna derecha y sobó hasta hartarse.

Durante un buen rato Harvey se tocó el pito mientras era follado, pero llegó un momento en que tuvo que soltarlo para no venirse arriba. Cada golpeteo de barriga que Ryan le metía en toda la huevera era un paso más hacia su perdición. Pareció darse cuenta de ello, así que pidió a Harvey que se diera la vuelta, que se pudiera mirando hacia la ventana y que se abriera de piernas.

Dominado, bien dado por culo por ese macho empotrador que le sacaba el triple de envergadura. Harvey seguía tan contento como el primer segundo, con el pito durísimo chocando contra el alféizar de la ventana y los huevos colgándole entre las piernas al son de la follada. No veía el momento de llevarlo a la cama y montarlo cabalgando sobre sus piernas.

Allí estaba, sentado encima de él, pajeando su gordísima polla con el culo, viendo su largo pitorro rebotando arriba y abajo contra sus abdominales de hierro, los huevos calientes y llenos de esperma apretados contra su barriga. Lo hizo por respeto, para no mancillar ese glorioso cuerpazo. Le dio la espalda y sin dejar de saltar sobre su verga, Harvey se cascó una paja a toda hostia y se dejó la leche sobre los pelos de la polla.

Se puso entre las piernas de Ryan y empezó a atornillarle el pollón de nuevo a base de boca y mano. Esta vez no había amor en sus gestos, sino vicio en estado puro con una sola pretensión en mente: sacarle toda la leche. Sólo paró cuando Ryan le pidió tomar el control de su rabo. Harvey acercó la cara a su miembro y tras escuchar un gemido de gusto miró de reojo y vio brotar la lefa del cipote, mojando su mejilla. Sacó la lengua y relamió un poco, saborando bien.

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