Quería descubrir si la tenía tan grande como decían y aprovechó un momento en que los dos estaban en la cama, semi desnudos, enseñándose algunas fotos que tenían en el móvil, para echarle mano al paquete. En lugar de cohibirse o retirarle la mano, Franklin Acevedo separó los brazos para dejarle hueco. En ese momento llevaba unos pantaloncitos cortos deportivos con agujeros transparentes que dejaban ver sus calzones negros. Valentino Sistor se los retiró y empezó a amasar con su mano y su boca el pedazo bulto que se le marcaba, como si una anaconda se hubiera enrollado ahí adentro.
Mientras Valentino se puso en pie para quedarse en gayumbos, Franklin le jodió la sorpresa y se sacó la verga. Lo de grande estaba por ver, pero gorda la tenía un rato. Lo supo nada más metérsela dentro de la boca, porque jamás un tio se la había hecho abrir de esa manera tan bestial. Lo mejor llegó unos segundos después, cuando tras amasarla entre sus labios empezó a crecer a lo largo y ancho de forma exagerada y se encontró a sí mismo chupando un pedazo trabuco gigantesco y gordísimo de veintitrés centímetros.
Eso era imposible colárselo por la garganta. Ya el cipote le rellenaba toda la boca y bastante tuvo con chuparle los primeros centímetros y darse por satisfecho chupando un rabo así de grande. Y a medida que se la mamaba, por increíble que pudiera parecer, el rabo se le ponía más duro y hermoso todavía. Cuando Frankñin se quitó los calzones que todavía ocultaban parte de la polla y los huevos y le vio toda la dote al completo, a Valentino se le abrió el ojete de par en par y se enamoró de su miembro y sus dos compinches.
Valentino estaba hecho un buen mamón. Guapo, atractivo e irresistible, no había rabo que no se pusiera tieso en su presencia y menos si miraba a su dueño desde abajo con esos ojazos penetrantes y oscuros. Ahora además de buen mamón se había convertido en un cerdete dando lustre al cipote gigantesco de Franklin, soportando el peso de su enorme rabo encima de su cara, sintiendo el calor que desprendía, cerrando los ojos y amando cada centímetro.
Algo empezó a apretarle ahí abajo. Se sacó su minga de dieciocho y empezó a pajearse a la vez que se la chupaba a su nuevo coleguita, comiéndole los huevos, quedándose bizco mirando el rabo encima de su jeta, sintiendo su roce caliente sobre sus mejillas y su nariz cuando se meneaba y se rebozaba por encima de su cara, abriendo de nuevo la boca de par en par para dejar hueco a ese impresionante pollón.
Dejarse hacer un gag the fag era una locura con semejante rabo, pero él, que era un chico arriesgado, plantó la cabeza al borde de la cama, la dejó caer e invitó a Frank a que le follara la boca. Se la mordió, claro que se la mordió, porque cuando te están metiendo un pito de ese calibre y el cipote gordísimo se acopla a tu garganta dejándote sin respiración, hay que aferrarse a algo.
Ya llevaba el ojete bien abierto desde hacía rato, pero se le abrió aún más con el trabajito que Frank le hizo por detrás. Sentir la polla dura, gordísima y caliente en la raja de su culo, con las manos de Frank apretando sus nalgas intentando hacerse una cubana entre sus cachetes, terminó por convertirle en un perraco deseoso de que se la metieran.
Cuando Frank le acopló el cipote dentro del agujero y se metió dentro de él sin condón, creyó que se iba a morir de gusto. Unos segundos más tarde el cabrón empujó con las caderas y empezó a meter el resto de la polla. Valentino no se equivocaba si decía que era lo más grande y salvaje que le habían metido por el culo. Intentó aguantar el tipo manteniendo sus piernas bonitas y peludas, pero no terminaba de acostumbrarse a algo así de grande.
Cayó de bruces contra las sábanas, mordiéndolas de auténtico placer y dolor a partes iguales, se levantó y negó varias veces con la cabeza, intentando comprender cómo un tio podía tener una pija así de enorme o cómo su culo se la podía tragar entera. Porque así era, todo ese pollón no paraba de entrar y salir del interior de su cuerpo, completo, desde el cipote hasta los huevos.
Temeridad tras temeridad, Valentino volvió a cometer una locura sentándose encima de la polla. Franklin tumbado en su cama, cualquiera que viera ese pollón gigantesco en vertical y a Valentino haciendo una sentadilla a punto de clavársela, habría pendsado que le iba a destrozar. No lo destrozó, pero ver hundirse esa pedazo minga dentro de su culo, Valentino apoyando sus pies en los muslos de Frank, culeando para pajearla y más tarde apondo la espalda en su torso para dejarse follar en volandas, era una visión increible.
Echarle tanto valor tuvo sus consecuencias. En la misma postura, Valentino se dio la vuelta y se puso frente a frente contra la bestia, Frank le agarró el culo y empezó a embestirle desde abajo. Valentino disfrutó hasta que el cabrón le desgarró el ano y tuvo que sacar la polla de su culo para revolverse de dolor en la cama. El puto loco, no contento con eso, tardó unos segundos en recuperarse y volver a intentarlo.
Esta vez no paró y se convirtió en su puta. Frank se desenvolvía de puta madre alrededor de él, dándole desde abajo, haciéndole la cucharita, situándose encima para empotrarle. Estaba follándoselo bocarriba con las piernas bien abiertas cuando los dos se agarraron las pollas a la vez y comenzaron a pegarse la masturbada final. Franklin fue el primero en venirse, soltando los mecos en las nalgas de Valentino y después despachando unos chorrazos largos de lefa sobre sus muslos.
Con unos huevos tan grandes, tenía leche para dar y tomar. Frank recogió semen de los alrededores pringando con ella su hermosa brocha gorda y se la volvió a encajar por el culo. Valentino bien podía haberse cascado el pajote en ese momento, pero prefirió ponerse de rodillas, chuparle toda la pija recién corrida y sacarse la paja admirando y sintiendo su gran pollón.