Podía entender que su mejor colega desde que eran niños quisiera reservar parte de su intimidad escondiendo el hecho de que trabajaba haciendo cine porno, pero a Jeremy London cada vez se le hacía más cuesta arriba compartir horas de gym junto a Raphael Louis sabiendo a lo que se dedicaba y admirando el precioso rabo largo que se le marcaba por debajo de los shorts.
La cosa se ponía al rojo vivo cuando Raphael hacía esfuerzos con las dominadas o las pesas, el pollón entraba en modo bestia y se le empalmaba o esa deliciosa hora de las 11 de la mañana que tanto se parecía tanto a la del anuncio con el chulazo de la coca cola, cuando se echaba el agua por encima para refrescarse y encontes el líquido hacía que la camiseta se le quedara pegada al cuerpo marcando sus abdominales y pectorales, algo que a Jeremy le llevaba de vuelta a ese debut donde le vio follarse a un rubiales guapísimo contra la pared.
Raphael le ocultaba que hacía porno y Jeremy le escondía que sabía la verdad y que al llegar a casa se cascaba unos pajotes que le dejaban los huevos secos. Un buen día no aguantó más y le confesó que lo sabía y que quería ser ese chico rubio que le separase la bragueta de los pantaloncitos cortos, descubrir su precioso pijote largo y chupárselo. Sólo como colegas, una cosita que podía quedar entre amigos.
Alguien le había dicho a Jeremy que el porno era ficción, que la realidad era bien diferente. Y tan diferente, como que era mejor, algo más ínitmo y personal. Raphael separó las manos y dejó su paquete desprotegido para que Jeremy le metiera mano. Fue precisamente al sentir el tacto y el calor de esa manita cuando se le puso durísima, tanto que cuando Jeremy se la sacó por fuera, la tenía enorme y tiesa, lista para comer.
Jeremy le besó el cipote y miró la carita guapa de su colega, sin poder creerse aún que se la estuviera chupando. Estaba riquísima y la sensación que le producía tener en la mano el rabo y metérselo por la boca era la de estar comiéndose un señor pollón. A cambio de ese momento de placer inmenso y contenido desde hacía mucho tiempo, Jeremy le ofreció su culo para descargarse. Se puso de rodillas mirando hacia el respaldo del sofá y dejó que Raphael le metiera esa cigala enorme por el agujero.
La cosa se desmadró y fue a más. Digamos que de amigos pasaron a tener un romance entre amigos, porque además de sentir amistad, había una cierta atracción sexual difícil de contener. Así fue como intimaron cara a cara, Jeremy sentándose en las piernas de Raphael, clavándose toda su polla a pelo y saltando mientras Raphael le cogía el pene y se lo masturbaba frotándolo contra la palma de su mano y sus abdominales.
Se abrió de piernas para él recostadito en el sofá. Le vio anclar las rodillas en el cojín que tenía debajo, cubriendo entre sus muslos el espacio a cada lado de sus nalgas y tomando el mando. Le metió unos pollazos de lujo dejándole bien follado, mejor que bien follado. Jeremy acabó implorando su leche y poniendo la cara para que se la echase toda encima.