Por qué la naturaleza cobraba vida, pues igual que la cobraban sus pollas al ver esos amaneceres en la cabaña. Antes incluso de desayunar, recién levantados y con los gayumbos blancos puestos, Ricardo Baiano y Juninho encaminaron sus pasos hacia el puente de madera para sumergirse en la jungla, donde poder retozar como animalillos salvajes. Solo que ellos, en lugar de usarlo en beneficio para procrear, lo que iban es a guarrerar a tope.
Al llegar a la primera parada, cuando se rebozaban uno contra el otro, Juninho se ponía todo tierno al sentir las manos grandes de dedos largos de Ricardo sobándole las nalgas por detrás y ver cómo empezaba a marcarse un bulto casi imposible en el frontal de sus calzones. Se agachó, tiró de la goma hacia abajo y descubrió ese fruto moreno, gordo y delicioso que tanto le gustaba probar en ayunas.
Se le quedaron los ojos en blanco al meterse el rabo morcillón por la boca, al sentir el gusto palpitante de las venas de su tranca en la lengua, su pellejo suave y resbaladizo que lubricaba de una forma tan natural, sabiendo que unos minutos más tarde no les harían falta condones. Lo que antes era una polla cayendo por su propio peso y de alguna forma blandita todavía, fue creciendo a pasos agigantados a cada mamada hasta convertirse en una pitón enorme, larga y gigante, durísima y empitonada, imposible de tragar entera.
Cuando Juninho se atragantaba intentando colarla hacia el interior de su garganta, la sacaba de su boca, con una mano la retiraba hacia un lado y se dedicaba a comerle los huevos, tan firmes, tan marcaditos ahí colgando debajo de ese increíble pollón. Se los dejó reposando y destacando grandotes contra la cinta blanca de los calzones y volvió a devorarle la pija.
Antes de cogerle de los pelos y subirle hacia arriba para morrearle y restregar la cebolleta contra su vientre, Ricardo le cogió por detrás del cogote e hizo fuerza hacia dentro obligándole a tragar rabo. Dos tercios de polla que se comió el valiente. Le dio la vuelta, plantó el rabaco justo en el valle entre sus cachetes, le inclinó ligeramente la espalda para dejar el culo en pompa y, después de hacerle una comida al ojete y frotar su rabo contra él despertando su lado más cerdo, empujó con las caderas y se la clavó a pelo.
La tenía tan gorda y tan grande que Juninho se la rechazó a la primera pedida de mano. Parecía como su hubiera entrado, pero la vista engañaba, ya que en realidad el ojete no se había abierto lo suficiente para dejarla entrar. Ricardó lo intentó una segunda vez y esta vez sí entró perfecta. Lo supo por el gemidito que Juninho soltó por su boca. Estaba dentro.
Juninho tuvo que agarrarse al banco que tenía justo delante, intentando que no le flaquearan las piernas al notar esos majestuosos veintitrés centímetros de pollaza brasileña dentro del culo. Ricardo le amarraba bien estirando sus largos brazos, colocando una mano en su hombro y la otra en su cadera. Mientras se la metía, no dejaba de mirar ese culito blanco, redondo y perfecto que ayudaba a que la erección no se le bajara ni por asomo.
Menuda empotrada le metió contra el banco. Ahora sí Juninho se tuvo que agarrar fuerte porque venían curvas. Ricardo le empaló firme y sin descanso, profundizando con su larga picha dentro de ese irresistible culazo. Una vez acostumbrado al tamaño de su verga, Juninho tomó asiento sobre las piernas de Ricardo y se sentó clavándose su polla entera hasta los huevos. Algo tan grande y grueso colándose por un culito tan apretado era de un indecente que lo flipas.
Primero dándole la espalda y luego de frente, Juninho no dejó de dar saltitos montado sobre esa enorme polla. Ricardo le plantó las manos debajo de cada nalga y también ayudaba dando pequeños empujones desde abajo que hacían que el chaval saltara un poquito más alto. Siempre que podía, Juninho debaja caer el peso de su cuerpo y se autopenetraba con el pollón dejándolo entero dentro de su cuerpo un buen rato, sintiendo toda esa enorme maza dentro de él.
Como malote que era, Juninho se puso de lado, Ricardo lo tomó en brazos como si fueran una pareja de luna de miel a punto de entrar por la puerta de la suite de recién casados y como regalo de bodas le metió la polla por el culo entre esas nalguitas deliciosas que parecían melocotones. Luego le hizo un ovillo sobre el banco, con el agujero del culo apuntando hacia arriba. Subió al banco con él, cobijando el trasero entre sus piernas, hizo una sentadilla y le penetró de arriba a abajo, metiéndole la polla a fondo hasta taponarle el hueco con los cojones.
De esta guisa se lo folló y le hizo un hombre un día más, jodiéndole sin control, aprovechando cada rincón de esa primera parada en la jungla, disfrutando de todas las maravillosas sensaciones que le proporcionaba su estrecho culito. Terminaron como animalillos copulando por el suelo. Era tanta la tensión sexual acumulada que Juninho se metió un pajote y se dejó un espeso lechal por debajo del ombligo.
Juninho no podía esperar a llegar a casa para tomar le tazón de leche. Se arrodilló delante de Ricardo, abrió la boca y sacó la lengua a tope mientras Ricardo se la pelaba y le preparaba la cabecita para recibir su esperma. Juninho le suplicó leche y entonces salió toda brotando, mojándole los labios, los morritos, colándose por el interior de su boca. Todavía descargando, Ricardo le metió la polla gorda y dura en esa boca inundada de leche, se la sacó y disfrutó de su aliento caliente rebotando en su tronco, del líquido pegajoso y reluciente resbalando entre su polla y sus labios.