A muchos les cuesta decidir a la hora de pasar las vacaciones. Playa o montaña. Yo siempre prefiero la playa, porque no hay un lugar donde se pueda disfrutar más de las vistas, desde el infinito horizonte que secuestra toda la gama de azules hasta el atardecer, hasta la arena parda. Es el adictivo sonido del oleaje rindiéndose en las orillas, el pasear de chulazos musculosos que me la ponen durisima con sus caras guapas y sus prominentes paquetes.
El brasileño Igor Lucios es adictivo. Me enamoro de él a primera vista cuando le veo desnudarse antes de pegarse un baño en el mar. Se quita las bermudas y debajo lleva unos speedo bien apretados que le marcan un culazo de vicio. Su camiseta hecha a medida, con su nombre en la espalda y hasta número, como un jugador de fútbol. Ese número es el sesenta y nueve y creo que no lo lleva porque sí.
Se quita la camiseta y espero a que salga para presentarme. No parece muy hablador, pero su cara guapísima, su barbita, su mirada con esos ojazos, logran cautivarmke y vuelvo a por más. Espero a que se haya puesto cómodo en la tumbona y hago con que el destino nos vuelve a unir. Le hago preguntas, pero no escucho ninguna de las respuestas porque estoy hipnotizado con su mirada. Es tan guapo que sólo deseo besarle y tenerle para mí un ratito. No es tonto, se ha dado cuenta de que soy Rob Campos, uno de esos de Latin Leche que va de caza a buscar chicos que están tan ricos como él.
Actúa como si supiera que tarde o temprano iba a llegar yo con mi cámara a pedirle eso que tanto anhelo, que haga cosas sucias para dejar contenta a toda la comunidad de seguidores de la web. Se lleva una mano al paquete. Los speedo no sólo le marcan el culazo, casi puedo apreciar dónde quedan sus pelotas y su rabo en la zona frontal y ardo en deseos por descubrir si estoy en lo cierto, porque de ser así, está muy bien dotado.
Soy tan estúpido que le pregunto si alguna vez se ha pajeado. ¿Qué coño estoy preguntando? ¿Qué tio no se ha pajeado? Sonríe y me derrito. Me calla la boca para que no siga quedándome en ridículo y nos vamos a la habitación de su hotel a jugar a juegos de hombres. En cuanto se sienta en el sofá, no puedo resistirme. Meto los cuatro dedos de mi mano zurda por el interior de los speedo tirando de la goma y se los bajo.
Joder que si estaba en lo cierto. Lo tiene todo en el lugar que imaginaba. Debe venir por mi afición a observar paquetes. Un par de huevos grandes en la parte baja y ajustada como buenamente puede, una polla gorda y grande formando un gancho hacia la parte derecha. Parece una de esas pollas dibujadas en los retretes de los cuartos de baño masculinos de un hostal de carretera que te hace pensar en cosas sucias y cascarte una buena paja.
Halago su masculinidad, se la agarro con la mano y la panjeo suave deteniéndome en las sensaciones que provoca su pene ahora semiduro y blandito pero gigante en mi mano. Me mira y me echa una media sonrisa, agradecido por el pajote, comienza a estremecerse de gusto y se le empieza a poner durísima. Me mira, mira la polla, me vuelve a mirar y vuelve a mirar su polla. Cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás.
Está cachondillo y aprovecho el momento para pedirle que me enseñe su culo. Eleva las piernas y se saca los speedo por completo. Paso una mano por sus peludas nalgas, por la bolsa de sus cojones. No puedo creer todavía que un tio tan atractivo esté ahí abierto de piernas entregado a todo. Le agarro el rabo y se la vuelvo a masturbar. Su culazo, sus huevos, su miembro, su cara bonita, lo tengo todo a la vista y me vuelve loco.
Le adoro, con esas caritas que me pone. Creo que me estoy empezando a enamorar. Le dejo que se masturbe a solas y lo grabo todo. Me encanta ver cómo se da placer a solas, como abre las piernecitas y deja los pinreles sostenidos en el aire. Le estoy grabando sentado en el sofá justo al lado y no puedo esconder la tienda de campaña que se me han formado en los vaqueros. Veo que me mira el paquete y con educación le preguinto si quiere comer. Asiente.
Se acerca, me desabrocha la bragueta, se apodera de mi rabo y me la chupa. Por suerte tengo un pito la mar de digerible. Ni demasiado grueso ni demasiado largo, perfecto para que un tio se la empuñe hasta la garganta y apenas tenga una ligera arcada. La forma de chupar de Igor me vuelve loco, succionándola una y otra vez, dejándomela toda tiesa y preparada para follármelo.
Tengo una pregunta que hacerle. Me mira atento consciente de lo que le voy a pedir, pajeándome todavía el rabo al lado de su cara. Quiero que se siente como antes, con las piernecitas abiertas. Quiero meter mi polla dentro de él. Mi cipote está al rojo vivo cuando lo paseo por la peluda raja de su culo, cuando lo hundo sin condón entre sus nalgas y lo inserto dentro de su cuerpo.
Noto que lo tiene super apretado, que va a hacer falta algo de fuerza para penetrarle. Comienzo a follármelo mientras con una mano le agarro el pollón y se lo pajeo. Miro mi polla insertada en su agujero, luego la suya y advierto que la tiene el doble de gorda el cabrón. Me gusta darle placer, mirarle a la cara y ver cómo cierra los ojos y sonríe complaciente, sintiendo cada centímetro de mi pene dentro de su ser.
Cuando noto que deja de entrar suave, hago que me la chupe. Le deja encima mucha saliva, tanta que veo su barbita llena de babas. Quiero verle a cuatro patas. Su culazo blanquito con la marca de los speedo en contraste con el resto del moreno del resto de su cuerpo, las bolas y la polla colgándole entre las piernas. Le meto por detrás y le doy por culo hasta saciarme.
Ahora sólo quiero que me la coma hasta correrme. Quiero que haga una buena puñeta a mi rabo hasta sacarle la leche. Me la escupe, le da a la zambomba, saca la lengua echándome el aliento en el rabo como un perro se lo echa a su hueso preferido. Me mira, me sonríe de nuevo y me vengo arriba. Mi rabo ahora se ha convertido en una fuente de esperma, en un volcán en erupción.
Mi lefa se queda pegada a su puño, sobre mi cipote, a lo largo del tronco de mi pene. Veo cómo acerca la boca y lo recoge todo con la lengua. De paso se lleva buen material con la barba. Cuando vuelve a abrir la boca lo hace con mi leche espesa retozando en la punta de su lengua, colgando por su barba. Vuelve a sacar la lengua y el cerdete me enseña mi esperma sobre ella. Sonríe juntando los dientes y veo mi leche entre ellos. Se pasa un buen rato soltando y recogiendo el semen de mi polla y mis pelotas, jugando con él, disfrutándolo. Sus morritos guapos y su barba con mis colgajos. Eso junto con las vistas del mar en un atardecer son la mejor recompensa.