Tras la sonrisa blanca de Taylor Shift y sus cautivadores ojos de mirada penetrante, hay un chico algo tímido. Quizá pierda esa timidez poco a poco, cuando sepa lo mucho que le gusta a la cámara que empiece a quitarse ropa y enseñe a la fiera que lleva dentro. Primero la camiseta ajustada, que estaba pidiendo a gritos desnudar ese cuerpazo con unos pectorales y biceps fuertes, marcados y unos abdominales de hierro.
Claro que sí, poco a poco se va soltando. Tú sigue hablando, que nuestros ojos no pueden evitar recorrer cada centímetro de esa maravilla, imaginar qué se esconde al final de esa hilera fina de pelos que le nacen del ombligo y viajan más allá del interior de los pantalones. Poco hay que esperar para ver que lo que guarda allí está tan bien proporcionado como todo su cuerpo, un rabo normal tirando a grande que en estado de reposo cuelga perfecto, acompañado de un buen par de pelotas que no se esconden tímidas, qué va, se hacen notar.
Quién diría además que tendría unas piernas y un culito tan peludos, perfecto para pegarle unos cuantos cachetes si se porta mal. Comienza una paja de las clásicas, de cinco contra uno. Le gusta darle al manubrio mientras mantiene las piernas abiertas. No es que la tenga enorme empalmada, pero el conjunto está riquísimo y ya puedo imaginarme su musculado torso bañado en leche. A falta de culo que follar, se agarra un cojín y nos enseña lo bien que se le da follar, sumergiendo su rabo en lo blandito. Con gusto te prestaríamos el culo para que nos hicieras eso.
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