La mamada fue sólo el principio de un bonito día de permiso en el ejército. A diferencia de otros cuarteles, en el de Seth no habían metido todavía chicas. Hasta su novia sabía que le iba a ser infiel dado que le gustaba follar todos los días y no le valdría con pajas, pero ante la ausencia de chochitos que follarse, a menudo él y sus compañeros tenían que recurrir a la socorrida manopla y alguna que otra vez cuando estaban demasiado calientes y hasta arriba de alcohol, uno de ellos terminaba ofreciéndose de putilla para que los demás le petaran el culo.
No fue hasta hace unos días que su suerte cambió, cuando se empezaba a rumorear que el chico de color que había llegado nuevo, licenciado en medicina, además de ponerte el culo, te la chupaba de puta madre hasta dejarte el sable limpio. Seth, que ese día de permiso se levantó empalmado y no había forma de bajarse la trempera, acudió al doctor amor y pudo comprobar de primera mano que sus remedios eran infalibles. No le miró a la cara mientras se la chupaba, iba en contra de sus principios como buen hetero que se consideraba, aquello era sólo una necesidad, así que cogió el móvil y empezó a ver fotos guarras de tias hasta descargarse los cojones.
Sucking Up Seth
Le gustó tanto que, hasta con la polla limpita, la trempera no le bajaba ni para atrás. Le pidió al médico que esperara y no recibiera más visitas, que iba a volver para que curara a otro amigo. Seth se fue a los dormitorios, cogió a uno de sus mejores colegas con el que acudió de nuevo a la consulta y le mostró que los rumores que pululaban por el cuartel eran ciertos. Los dos compartieron la boca del licenciado y le metieron una buena tunda de pollazos a pelo hasta quedarse relajaditos. Camuflaron sus rabos de nuevo entre los pantalones y salieron de la consulta sin dar las gracias ni decir adiós. Regresarían a por más medicina.
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