Si Johnny Rapid hubiera sabido que tendría que protegerse más de los polis que de los propios presos en esa cárcel, sin lugar a dudas hubiera hecho que lo metieran allí mucho antes, porque lo que cuentan que le hicieron a este pequeño chiquillo de culo tragoncete en las duchas, es tan indecente, que ni las palabras pueden describirlo con total fidelidad.
Tal y como imaginaba, los problemas no tardaron en llegar. Todo sucedió cuando estaba tomando el segundo baño del día al caer la tarde. Sólo había tres duchas, sin embargo les hacían pasar de cuatro en cuatro, algo que no logró entender, porque eso les obligaba a compartir una de ellas. Y por supuesto siendo la primera vez, ¿dónde fue a parar el cuatro invitado? Pues a su casillero. Eso significaba tener que estar durante al menos diez minutos (y así sería durante unos cuantos años dos veces al día) teniendo a otro macho queriendo petarte el culo. Además el que se le metió dentro se lo dijo claramente, que en cuanto se diese la vuelta le iba a machacar el trasero a pollazos.
El tio estaba macizorro y bueno, no le importaría que se lo follase un rato. El problema vino cuando estaba a punto de hacerlo, que los otros dos, por lo visto sus compañeros de celda, le echaron en cara el trato que sellaron con palabra de hombre, que si uno la metía, allí tenían que meterla todos y él había violado el pacto queriendo meter su rabo a solas. Cuando otro de los tiarrones que le sacaba una cabeza entró discutiendo en el compartimento y otro más estaba a punto de hacer lo mismo, no presagió nada bueno, su culito iba a ser carne de triple polla. Pero parece ser que la confianza que se trabajó con los dos polis de la mañana había tenido su efecto positivo, porque enseguida un fornido cachas con uniforme y porra en cuya placa ponía Charlie Harding, acudió en su ayuda. O se ponían cada uno en una ducha o se iban a tomar todos por culo al trullo.
Logró espantarlos para que se fuesen y Johnny se quedó a solas enjabonándose. A solas pero con aquel poli a medio metro observando. Sus compañeros ya le habrían contado acerca de cómo la chupaba y de lo apretadito que tenía el culito. El poli acercó su porra a la raja del culo, le propinó unos cachetazos y le ordenó abrirlo para verlo mejor mientras él se amasaba el paquetón por encima de los pantalones con la mano. Por un momento soltó la porra, agarró el walkie y así le dijo literalmente a otros compañeros: “Colby, Jimmy, venid a ver este culito, parece tan virgen como nos habían contado. Esta noche ya tenemos pavo para cenar. Corto.”
Un poli llamado Colby Jansen, igual de cachas y fuerte que el primero y otro más jóven que ellos, guaperas y de aspecto rudo de nombre Jimmy Johnson, aparecieron en apenas un par de minutos y mucho menos tiempo tardaron en sacarse las mingas de los pantalones para poner a Johnny de rodillas a comer. Y allí en medio estaba él, que pretendiendo librarse de ser follado por triple polla esa noche, acabó petado igualmente por tres rabos enormes. Cuenta la leyenda que le dieron por culo lo indecible, que se lo turnaron y le metieron porra hasta hacerle perder el sentido y no saber a cada momento si lo que tenía penetrándole el agujero era una porra o una polla. Le trataron como a una puta, dejándole tirado sobre los suelos del baño después de descargar los cojones sobre él y con el ojete tan jodido que le dolió durante una semana entera.