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Mario Galeno se folla a pelo el culito del melenas Jon Bae | Fucker Mate

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La banda de “los melenas” se había convertido en todo un referente en los últimos meses para los que iban buscando hacer turismo sexual. De ellos se hablaban maravillas y sobre todo eran un imán para heteros curiosos, porque decían que una de sus principales cualidades es que darles por culo era como follarse a tu chica pero dejando que esta te abriese su puerta trasera, algo que por motivos de creencias y otras historias, en muchos países no acostumbraban a dejarse hacer.

Mario Galeno se metió un palo en avión de unas cuantas horas viajando desde Brasil para probar los manjares de esta banda. Él era un tio super dotado, en cuestión de tamaño de rabo, acostumbrado a grandes coños que se le quedaban holgados, y sin posibilidad de que alguna le dejase penetrar el culo, necesitaba saber qué se sentía metiendo la polla por un agujero que iba cediendo a su paso.

Durante el viaje miró atentamente una decena de veces la descripción de la banda, chavalitos de entre 19 y 23 años, todos con melenita, de ahí el apodo, lo que hacía que al follártelos por detrás pudieras imaginar que te lo estabas montando con una tia, pero a la vez con un cuerpazo atlético para probar por primera vez la experiencia con un hombre, una iniciación perfecta para los incipientes curiosos.

Nada más llegar a la ciudad, contrató los servicios de Jon Bae, el chavalito más guaperas del grupo y de melena más corta, porque durante el vuelo le picó más la curiosidad de hacérselo con un tio que la de imaginar que ponía a cuatro patas a una chavala. Todo discreto, quedando en un hotel cerca del centro, el chaval llegó con muchas ganas cuando cruzó la puerta. Fue verle el mandoble a Mario y tirarse en plancha a hacerle hueco con la mano y pajeárselo. Aquello prometía desde el primer minuto.

Lo vio por el reflejo del cristal que tenía detrás, un precioso agujero en mitad de la raja del culo. Era minúsculo y cerradito, como una cerradura lista para que él fuera el primero en abrirla. Era otra de las cualidades de “los melenas“, su apariencia de culito siempre virgen, aunque hiciera un par de horas que les hubieran clavado un taladro del tamaño de una lata de pringles. Se le puso durísima. Agarró la cabeza al chico, le recogió el pelo con las manos llevándolo hacia atrás, despejando su rostro y le puso a comer rabo brasileño.

Se la tragó hasta la mitad, hizo esfuerzos titánicos por comérsela entera. Atragantado como estaba, arrastró los labios cada vez un poquito más allá, forzó al máximo y logró comérsela enterita, haciendo que Mario tuviera que agarrarle de nuevo la cabeza, pegando un respingo con el culete hacia atrás para no llenarle la garganta de leche justo en ese momento. La hostia puta, menudo mamador estaba hecho ese pibe.

Recuperado de una sensación que jamás había experimentado en su vida, Mario volvió a relajarse, se puso de pie dejando que el chaval le babeara toda la polla gorda e intento no una más, sino varias veces que abriera la garganta de nuevo para él y se la metiese toda dentro.

No se dio cuenta hasta que puso al chaval a cuatro patas sobre la cama para comerse su culo. Entre las piernas al muy cabrón le colgaban unos buenos cojones y una polla tan grande y gorda como la suya, por lo que supuso que estos melenas seguro que no prestaban sólo sus servicios a heteros curiosos activos, sino que ellos también se encargaban de abrir cerraduras a otros hombres por primera vez, pero estas por primera vez de verdad.

La visión de los huevacos colgando le impidió abstraerse y pensar que era una chavala, pero no le importó lo más mínimo. Todo estaba siendo muy discreto, estaban solos, nadie sabía que había viajado hasta España y nadie tendría que enterarse de este maravilloso desliz que se la estaba poniendo más dura que si se estuviera follando a una tia. Y no eran sólo los huevos los que le impedían pensar esto, sino los gemidos de macho que llegaban del fondo y reverberaban por toda la habitación.

Le lamió el ojete como un perro chupando un bote, lo que hizo que Jon se pudiera cachondo, gimiese más y se abriese de piernas por completo para él. Nada de chochetes amplios que apenas le hacían ya cosquillas en el rabo, aquel agujerito era la hostia y lo iba a gozar como un campeón. No le cabía ni un puto dedo, así que el reto iba a ser de los grandes cuando le enchufase todo el rabo que eran como los cinco de una mano juntos y más.

Requirió de nuevo de sus servicios para dejársela embadurnada de saliva antes de metérsela por el culo, pero al menos así logró penetrarle cuando un simple dedo no había podido. Eso sí, el chaval gritó como una putita al sentirse invadido por un pollón que le estaba obligando a convertirse en su esclavo. Mario no le dio tregua y aprovechó que ya la tenía dentro para empalársela hasta los huevos.

Tras hundírsela hasta los topes, se quedó ahí dentro un ratito meneando las caderas y abriendo hueco. Cuando dejó de gritar, empezó a follárselo a lo grande, metiendo y sacando casi por completo el rabo de su trasero, sólo dejando el capullo sin respirar. Era impresionante cómo se cerraba ese ojete en torno a su pedazo de cilindro. La sensación de follarse algo tan cerrado era única. Era como meterla dentro de un hueco con la mínima flexibilidad, la justa para volverte loco de placer.

Jon le diría después que ningún otro hombre antes le había puesto boca arriba de frente para follarle mirándole a los ojos. Todos los turistas iban buscando lo que el boca a boca había hecho de la banda, culos apretados a los que follarse por detrás melena al viento. Mario no era como los demás e incluso le propuso llevárselo con él a Brasil. Le puso boca arriba en la cama mirándole cara a cara y le metió el mango sin parar.

Tumbado como le tenía, le abrió las piernas de lado a lado dejándole el culito más apretado todavía alrededor de su polla. De vez en cuando se la sacaba y admiraba el pedazo agujero que le estaba haciendo, volvía a depositar el cipote dentro hasta que sentía cómo se cerraban las paredes en torno a él y le volvía a penetrar de nuevo.

Como un buen macho, le cubrió por detrás dejando el culo entre sus piernas, bombardeándole a pollazos desde arriba. Después de un ratito de disfrute personal, lo volvió a voltear de espaldas contra la cama, se la metió y dejó que Jon se hiciese un pajote lechero. Mario recogió la lefa con los dedos, se embadurnó el cipote con ella y se la volvió a encasquetar por el culo con ese nuevo lubricante. Todo cachondo, la sacó, se dirigió hacia la cara del melenas, pajeó fuerte y con ritmo y le metió un pringue de semen por la cara y el cuello. Jon le chupó el capullo, rebañando las sobras que le salían todavía por la raja. Aquello era un sí, iría con el a Brasil y fundaría un nuevo grupo de melenas.

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