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Patrick Dei enchufa el rabo sin condón a Ricky Ibañez | Fucker Mate

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Le venía de chico el gusto por la tetilla, por eso ahora Ricky Ibañez tenía tan buena fama entre los chicos de su barrio, porque no había nadie como él para chuparte los pezoncillos, con tantas ganas y tanta energía que conseguía ponértela dura. Y el cabrón, una vez que ya te la había empinado, pasaba de la tetilla al biberón y del bibe pasaba a calentar la leche de los huevos succionándolos con la boca, elevándolos hacia arriba y dejando que cayeran con todo su peso. Le encantaba ver unos buenos cojones redimiéndose a su boca.

A Patrick Dei le tenía loquito. Había conseguido transmitirle tanta energía, que hasta él mismo se lanzó un rato a comerle los pezones. Pero aquel chaval quería rabo, mucho rabo. Entre los salivazos que le mandaba Patrick a su propio pollón desde arriba y las babas que Ricky le estaba dejando encima, lo estaban dejando tan engrasadito que ni siquiera iba a necesitar lubricante para colársela dentro, ni lubricante ni condón al paso que iba.

Se la dejó brillante, larguísima y gorda, todo un portento de polla que se quedó un rato desatendida, con el capullo besando las sábanas, cuando Ricky le puso el culo en pompa. Vaya pedazo de hucha, con una buena ranura en la que perdió la lengua y a la que metió una raspada con toda la barba. Alargó la lengua hasta el mismo fondo como si fuese una polla y logró sacarle un ngemido cada vez que lol hacía.

Igual que Ricky tenía un don especial para enarbolar rabos, el de Patrick no se quedaba atrás, porque después de una comida de culo como Dios manda, había conseguido que el chavalín trempara como un campeón, con un más que generoso rabo duro y empinado entre las piernas.

Le mojó todo, desde la entrada del agujero hasta el fondo ayudado por las habilidosas manos de Ricky que separó los cachetes para que le lubricase con saliva hasta donde pudiera. Patrick lo tenía claro, se la quería meter a pelo. Y así lo hizo. Se puso de pie en la cama, empujó la polla gorda hacia abajo a la vez que doblaba las rodillas y le penetró el ojal sin condón, empujando poco a poco hasta que se la metió entera y notó cómo los huevos le quedaban pegados al culo con toda su barra dentro.

Comenzó follándoselo despacito, sintiendo cómo las paredes de ese culazo le quedaban apretadas contra la piel y cómo el hecho de sacarla y meterla se convertía en casi una odisea de proporciones épicas que a punto estaban de provocarle un dolor de huevos. En cuanto el ojete cedió y se acostumbró a su tamaño de rabo, le propinó un folladón rápido que le sacó una ristra de gemidos. Se la metió a tal velocidad que, cuando frenó en seco, a Ricky se le quedó la inercia en el culo y lo pajeó hacia atrás balanceando todo el cuerpo.

Como un perro marcando territorio, Patrick hizo ese culo de su propiedad. Seguía entrando ajustadito pero más holgado y eso le permitía jugar a un toma y daca que llegó a su momento apoteósico cuando Ricky se montó sobre su polla y empezó a pajeársela con los globos. Tras el pajeo, Patrick tomaba la iniciativa, elevaba el culete y se lo follaba a toda hostia, después vuelta a disfrutar de la paja y así una y otra vez. Tuvo que fijar la vista y el pensamiento en un punto concreto para no abandonar el calor de sus pelotas, que las tenía ya a punto de reventar del gusto.

Joder es que el cabronazo no le dejaba respiro, hasta le hizo la avioneta girándose sobre su rabo para no tener que sacársela del ojete. Así era imposible recuperar el aliento y de un momento a otro le iba a soltar los chorrazos. La verdad es que Patrick no sabe cómo aguantó e incluso le quedaron energías para meterle otra follada tomando el mando. Sería la energía que le contagiaba ese culazo que no paraba de bombearle el rabo.

Lo llevó al punto de partida, a cuatro patas sobre la cama. La huevera de Patrick no era la de antes, ya no tenía los cojones colgando, ahora los tenía duros y brillantes, pegaditos a la base del mango, preparados para soltar una buena descarga. Primero colocó a Ricky sobre la cama y le dejó correrse mientras le metía la última follada. A pesar de que el chaval ladeó la cara porque nadie mejor que él sabía sobre lo lejos que podía llegar el tiro de su pija, los chorrazos le llegaron a la cara y se le metieron por la boca.

Si algo le molaba más que nada en el mundo a Ricky además de las tetillas, los biberones y el calentamiento de huevos, era ver el resultado de toda la cocina trabajada. Por eso se quedó con la cara a un palmo del rabo de Patrick, que se la estaba pajeando con rapidez, disfrutando del espectáculo del surtidor de esa polla. Ricky se la atrapó con la mano, la puso recta y presenció el géiser de semen brotando hacia arriba, primero con chorretes altos y después brotando de la raja y deslizándose entre sus dedos. Se acercó y relamió los restos en esa zona inundada de leche.

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