Días más cortos, con el sol que se oculta antes por el horizonte y amaneceres más oscuros. Son las señales inequívocas de que el verano está llegando a su fin. Pero no quiero ni una lágrima de pena. Todo el mundo arriba, a disfrutar a tope de los días que quedan y a cometer todas esas locuras que no habéis cometido durante todo el verano. Y qué mejor que darle una despedida por todo lo alto asistiendo al campamento de verano que siempre deseaste.
El Campamento CockyBoys está preparado para ofrecer una experiencia inolvidable a los elegidos. Entre sus árboles, el lago y las casitas de madera, los que en su día disfrutaron de la experiencia de pasárselo como enanos, volverán a recuperar esa emoción, solo que ahora podrán combinar los juegos que practicaban de pequeños con otro tipo de juegos más adultos y es que, entre tanto tio guapo, lo que antes eran pajillas en la cabaña, ahora se convertirán en auténticas folladas al aire libre.
El primer día toca conocerse un poquito y comenzar a hacer amistades. Pesca, canoa, juegos, paseos, risas, hasta que llega la noche, se sientan en torno a la hoguera y en lugar de contar historias de miedo, deciden sacar a la luz sus más íntimas aventuras sexuales.
El pequeño del grupo Sean Ford abre la veda y consigue ponérsela a todos durísima con su relato. El cabroncete se tiró al guardabosques antes de llegar al campamento. Algunos no se creen ni una palabra, pero en cuanto comienza a contarlo con pelos y señales, logra que todos se queden embobados e incluso que se tiren un poco de los calzones para recolocar las pollas morcillonas que están a punto de reventarles la tela.
Les contó la historia de Colby Keller, un hombre que acostumbrado a vivir solo, agradeció la visita, las caricias y sobre todo un culo bonito dispuesto a ser penetrado. Sean les confesó que jamás había estado con un hombre que casi le doblaba la edad. Podía ser su padre, pero estaba tan rico con esa barbita y era tan guapo, que se fue deslizando hacia la entrepierna y le comió toda la polla venosa, larga, gorda y enorme.
En este punto de la historia, más de uno, aprovechando la oscuridad, comenzó a hacerse una paja sumergiendo la mano bajo las bermudas y el que no lo estaba haciendo ya, acabaría la partida en los dormitorios. Sean siguió contando cómo ese hombre asalvajado le abrió el culo con los dedos, dos y hasta tres dedos grandes y hermosos perforándole el culo. Le costó poco tumbarse y abrir las piernas para dejar que le metiera el trabuco y allí, en un colchón tirado entre los árboles, le hizo perder la inocencia. Tras escuchar el blanco final, la mayoría corrieron raudos a las cabañas y dieron el día por finalizado. Todos durmieron bien a gusto.
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