Que te impidan ejercer tu derecho al amor es una putada en toda regla. Raphael Nyon y Mael Gaulthier todavía viven en casa de sus padres. Una vez que estaban estudiando juntos, no pudieron contener las ganas y se masturbaron las pollas el uno al otro, con tan mala suerte que de forma intempestiva alguien abrió la puerta y se los encontró con todo eso empinado. Desde entonces la puerta tenía que permanecer abierta.
Por suerte quien les pilló, apartó la mirada demasiado pronto y no pudo ver a quién pertenecía cada mano agarrando cada polla y pensó que eran pajas de jovencillos sin más, porque si no no hubieran podido realizar un viaje al Castillo de Kinky Angelo donde se juraron culminar su fantasía, donde por fin podrían ser libres y dejar de hacerse pajas el uno al otro para chuparse las mingas y probarlas dentro del culo.
En un banco al lado del estanque, como dos enamorados, empezaron a besarse, desnudarse y perdieron la virginidad a pelo. Disfrutaron del placer de esa primera vez, del calor de sus pollas, del poder de un rabaco dejando el culo bien abierto, de las pelotas golpeando el cachete de la raja o rebotando encima del cuerpo del otro mientras se lo follaba y del sabor y textura de la lechecita de sus cojones.