Jamás había visto una bicha tan gorda y grande entre las piernas de un tio. Aquello era la puta hostia, qué digo, mucho más que eso, era la rehostia. No pensé con la cabeza cuando me la metí dentro de la boca y que nadie me pregunte cómo conseguí merendármela enterita y mantenerla un buen rato en mi garganta, mientras arrastraba los labios por esa barra caliente, intentando ajustarlos a la base encontrándome con los huevos.
Las pollas tan grandes a menudo están deformes y en su deformidad se encontraba el deseo de mi apetito. Cuando la saqué de mi boca, la observé de cerca con todas mis babas encima, brillante. Era super gorda de la base hacia la mitad, tanto que ni agarrándola con la mano conseguía juntar el pulgar con el anular, pero de la mitad hacia el capullo comenzaba a alargarse y hacerse algo más fina. Vamos, uno de esos rabos sorpresa que te penetran sin dificultad y que suponen todo un reto para los culazos más tragones que quieran tragárselo todo.
Por ser aquel el primer encuentro, me sacié con mamada y pajas, me quedé satifecho meneando su grandioso rabo, asistiendo a un final de disparos con perdigones, con sus muslos y mis brazos peludos mojados en leche. No pude resistirme a rechupetearle la pija a ese cabrón recogiendo el semen que se le había quedado encima. La habitación ya olía a macho y a lefa. Prepararía bien mi culo con dildos de gran tamaño antes de volver a quedar en el mismo sitio y completar la cita como estaba mandado.