Las montañas nevadas de Wyoming, las aguas cristalinas como espejos de los lagos, Dillan y Dean se sienten como dos lobos solitarios que han escapado de la manada para cazar a sus anchas por todo el territorio que se abre virgen ante ellos. Las jodidas vistas son tan bonitas que hasta se les pone dura y no pueden dejar escapar la oportunidad de abandonarse al placer en aquel paraje inhóspito y salvaje.
La primera clave de la supervivencia en parajes helados, dicta que para no morir congelados, hay que darse calor con los cuerpos. Ellos se lo tienen muy bien aprendido. El primer morreo y acercamiento deja claro que Dillan quiere metérsela a Dean por el culo. Es el más alto, pero también el que más fuerza tiene y no para de manosear por encima de los vaqueros su trasero, incluso a veces trata de cogerle bien con las manos plantándolas en el culo y subirlo justo a la altura de su paquete para que se empape bien del roce de la polla que ya la tiene tiesa.
Se bajan los pantalones a la altura de los tobillos, mirados desde la distancia son como dos pingüinos andando a trompicones en un pequeño espacio. Dean come rabo y Dillan prueba el agujero del culazo. No llevan condones en los bolsillos. Dillan se la calza dentro y le mete una follada, tal y como haría el lobo jefe de la manada con cualquiera de los otros lobos bajo su mandato. El viento meciendo las briznas de hierba y las copas de los árboles y el sonido de los arroyuelos, apagan los gemidos de sus corridas.
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