Mientras que sus colegas miraban el baloncesto para ver unos buenos remates en la canasta, Jordan Dawson se hacía unos pajotes mentales que flipas. Se imaginaba a varios de esos tiarrones desenfundando sus pedazo pijas en los vestuarios, unas putas diosas meneándose como una tercera pierna. Y él en el centro de todas ellas, de rodillas. Se le ponía tan dura que tenía que inclinarse en le asiento para que sus amigos no notaran la trempera.
Un día sus ganas de que le follara un tio de esos fue en aumento. Sabía dónde buscarlos y encontró nada menos que a dos. No se cortó un pelo, pasó justo por donde estaban, les tocó los paquetes y por si no entendían su idioma, les hizo un gesto de que quería sus pollas dentro de su culo. Idioma universal, ellos lo entendieron perfectamente y lo siguieron hasta su casa.
Cuando se bajaron los pantalones y vio lo que Devon LeBron y Patrick Grau tenían colgando entre las piernas, algo descomunal, supo que le iban a destrozar la boca y el ojete, pero estaba dispuesto a ello con tal de saber lo que se sentía al ser follado pr unas pollazas negras de la hostia con las que llevaba soñando tanto tiempo.
Y sus sueños all star se cumplieron. Le encantó la sensación de ser embutido por todos sus agujeros, una porra entrándole por el culo y la otra rellenándole la boca, mientras dos pares de manazas enormes y calientes atrapaban su cuerpo y su cara para que no escapase a las embestidas que le metían por un lado y por otro.
Esos dos cabrones enfilaban sus poderosos y gigantescos rabos desde la punta el cipote hasta empalarle todos los huevos. No paraban de jalear como si aquello fuese su cancha de juego, animándose a darlo todo como dos buenos compañeros de equipo. Para rematar el partido, los dos se combinaron para meterle un canastón a dos pollas, una deslizándose por encima de la otra, dejándole el agujero más abierto que en toda su vida.
Acabó como deseaba, con los dos rabos cerquita de su cara. Mirase donde mirase sólo veía polla y poco después unos deliciosos chorretes blancos, cortitos, alimentando su hambrienta boquita y decorándole los morros. Ni se limpiaron los restos de semen de los rabos los muy guarros. Tal cual, se pusieron los pantalones y se fueron.