Por si acaso, ¿os había contado ya que el motivo por el que el jovencito Bellamy Bradley acabó en un campamento militar fue por ser un adicto al sexo y un pajillero de pro? Y no pajillero como tú o como yo, sino de los que si sentía la necesidad de cascarse la polla, que eso venía a ser a todas horas, se sacaba la chorra en público y allí que se masturbaba. Un peligro para la sociedad.
La cosa parecía estar controlada después de que dos mamporreros ayudasen al instructor a meter su cacho polla gorda dentro de su culo, acostumbrado a que cada noche los cadetes dispusieran de su boca y de su culo como si fuera la mayor puta del reino, pero algo rompió aquella semana de continencia pajeril que hasta el momento había cambiado por folladas en toda regla, sustituyendo su mano por rabos ajenos: ver por la ventana la fuerza con la que el instructor Ryan le follaba el culo a uno de los suyos.
Aprovechó el entrenamiento matutino, cuando salían a correr y casi todos iban medio dormidos, para salirse del camino y adentrarse en el bosque. Antes de llegar allí, es algo que solía hacer a menudo, ir a darse una vuelta revista porno en mano, cruzar más allá de las vías del tren, meterse en un caserón abandonado e imaginar guarradas mientras dejaba su leche de adolescente por todos los rincones.
El tronco de un grueso árbol se convirtió en su nuevo respaldo. No le hicieron falta revistas, sólo conservar en la retina el culazo de Ryan bombeando, para sacarse el rabo y partírselo a manguerazo limpio. Pero pronto se dio cuenta de que en aquel puto campamento militar nunca podría tener intimidad. Al girar la cabeza, William Seed estaba de pie mirando cómo se pajeaba la polla.
A ese cabrón no le bastaba follarle el culo de noche, que ahora también quería darle rabo por el día, pero estaba tan buenorro que Bellamy echó mano a sus pantalones, se los bajó hasta las rodillas y le sacó el majestuoso y gordo pollón que hacía que se le cayesen las babas. Así tiró de la paja de forma más placentera, mientras se la comía enterita antes de que lo pusiera mirando contra su nuevo amigo el árbol y le diera por culo con toda su fuerza.
Bellamy ya estaba esperando a que de un momento a otro se escuchase un gemido y comenzase a resbalar semen entre sus piernas, cuando vio aparecer a dos tiarrones enormes y mazaos, que se sacaron otro par de rabos gordos y hermosos y se pusieron a masturbarse mientras miraban la follada. “¿Y estos de dónde coño habían salido?“, pensó.
¿Os había dicho que Bellamy era un puto salido come pollas? Sí, os lo había dicho, así que como imaginaréis, poco esperó para invitar a esos dos maromos a unirse a la fiesta en lugar de estar mirando. Alex Fortin y Morgan Blake hicieron equipo con William, turnándose para darle de comer polla y zumbarle el trasero. Le taparon todos los agujeros, dejaron ocupadas sus dos manos en todo momento y lo tumbaron sobre un tronco en el suelo mientras los tres lo rodearon y se pajearon las pollas hasta dejarle encima toda la leche.
Y ya véis, hasta aquí la historia del pajillero come pollas, al que sus padres llevaron a un campamento militar para curar su adición al sexo y mientras creían que se estaba curando, el muy cabrón se estaba poniendo las botas más que nunca en su puta vida. Si no se zampó miles de rabos en los dos años que pasó allí, no se zampó ninguno.
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