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El chef buenorro Ashton Summers seduce al chulazo William Seed y deja que se lo folle en la cocina | MEN

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Como buen chef, Ashton Summers sabía si una comida estaba rica incluso antes de probarla y en cuanto vio por primera vez a William Seed asaltando la cocina del restaurante, pidiendo ver al encargado, desesperado por encontrar a un cocinero que le preparase la mejor comida, se dio cuenta de que ese tio no estaba rico, estaba riquísimo.

Entre todos, fue Ashton el que dio un paso al frente y se ofreció a ir a casa de ese desconocido guaperas. Apenas cruzaron palabra en el coche. Fue William el que le llevó con todos los gastos pagados, ofreciéndole el sueldo de un mes por el trabajo de una sola noche. Sólo le dijo que necesitaba que le preparara algo muy especial y romántico, le dejó a manos de la cocina y él se puso a decorar una mesa de gala, con lo que parecía ser una tarjeta de declaración de amor y unas rosas.

Ingenuo, Ashton dejó volar su imaginación, pensando que se trataría de un gigoló que quería trajinarse un buen culito de un aprendiz de chef buenorro y tan guapo como él, pero no, todo eso lo había montado por una chica. Aún así, no perdió la esperanza. Torres más grandes habían caído. Pensaba seducir a Will hasta agotar todas las posibilidades.

Empezó guiñándole un ojo, aprovechó que la novia estaba de espaldas a la cocina para quitarse toda la ropa, quedarse apenas con el delantal dejando su maravilloso culo al aire, impregnándolo de aceite, dejando que Will se pusiera cachondo mirando cómo el líquido viscoso resbalaba entre sus nalgas, colándose por la raja, goteando desde los huevos entre las piernas.

Todo iba de puta madre y la novia no pudo ser más oportuna cuando por debajo de la mesa se qutó un zapato y empezó a magrear el paquete de su chico. Escuchar de su boca que la tenía dura, fue para Ashton un logro. Ahora sabía que tenía oportunidades con ese chulazo. Se acercó a la mesa a soltar el primer plato. Así desnudito por debajo del delantal no desentonaba nada con lo que estaba pasando, porque la novia se pensaba que era un stripper para la ocasión.

A Will estuvieron a punto de rompérsele los pantalones cuando la polla se le izó como una bandera al leer con ketchup en su plato la palabra “fóllame“. Otro guiño de ojo. Le esperaba al lado de la nevera. Estaba preparadito, con la puerta del frigorífico abierta para esconderlos a los dos, las piernas semiabiertas, deseando que se la metiera por el culo. William se bajó los pantalones y andó unos pasos con ellos por los tobillos como buenamente pudo hasta ponerse detrás del aprendiz de chef.

Gorda y durísima, Ashton no pudo contener un gritito de gusto y mirar hacia atrás. Ese cabronazo se la había colado como si bno fuera consciente de lo grande que la tenía. Su mano caliente en su boca, un dedo que no paraba de rogarle que no hiciera ruido, pero la novia debía estar sorda para no escuchar el sonido de los pollazos, de las caderas de su macho palmeando las nalgas de otro tio.

Con la polla más dura que una roca, Will regresó a la mesa. Ashton gateó por debajo de ella y se dedicó a mamarle la verga mientras la pesada de su novia no paraba de hablarle y pedirle unos selfies. Ashton se preguntó por qué las tias necesitaban de tantos preliminares para follar cuando lo más sencillo era callarse y empezar a comerle la polla.

Se enfadaron. Will no había sonreído lo suficiente en el selfie. Normal, cariño, que tienes a un chef comiéndosela por debajo de la mesa caldeándole los huevos. Se retiró enfadada y el comedor se convirtió en territorio masculino. William se liberó de toda la ropa y sentó su pandero en la mesa, dejando que Ashton se cepillara bien su rabo, después puso de espaldas al chaval, le inclinó sobre la mesa y le dio por culo.

Will le daba a todo y podía reconocer un buen pandero cuando lo tenía delante. Se sintió como un animal en plena libertad, ahora sí gimiendo por todo lo alto, dejando salir por su boca todo el gusto que sentía. A veces era tan tedioso y complicado cortejar a una chavala para terminar retozando con ella en la cama, que agradecía esos momentos íntimos entre hombres donde no se necesitaba tanta parafernalia.

Abrazó a Ashton por detrás y le hizo suyo dándole todo su amor, metiéndoselo a bocajarro por el culo. No fue hasta que el aspirante a chef se sentó sobre sus piernas y se clavó en su polla cuando se fijó en lo guapo que era. Sus ojazos, sus cejas, la forma redondita de la punta de su nariz, esa sonrisa blanca cautivadora y pillina con caninos afilados. Menudo lobo.

Ashton se sintió triunfante, aunque en el fondo sabía que un tiarrón así no se le escaparía, cuando terminó tumbado sobre la mesa, desplazando la notita de amor y las rosas que dejaron paso a su escandaloso cuerpo. Las palabras de amor se cambiaron por gemidos y las rosas por una buena polla metiéndose por su caliente agujero.

Por si Will no sabía qué había preparado para el postre, Ashton se lo enseñó. La leche condensada brotó de su polla en unos chorrazos largos y rápidos que le dejaron los pectorales llenos de lefa. Will sacó la polla del culo, se quitó el condón y esparció todo su azúcar glaseado por los muslos, el puño y los bajos del futuro chef. Quién le iba a decir que acabaría regalándole esas rosas a un tio al que acababa de conocer, los dos desnudos en la cocina, pero es que al final el premio había sido para el que mejor había hecho la comida.

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