Era el último día en la ciudad para Greg McKeon. A sus cuarenta y muchos años, estaba viendo la tele, pensando en los días de instituto en que quedaban en casa de unos colegas y jugaban al juego de la botella, girándola sobre el suelo. El día que le tocó meterse durante cinco minutos en un armario, todos creían que le estaba comiendo la boca a la chica con la que le había tocado entrar, pero no hicieron nada, porque lo que a él le hubiera gustado es meterse ahí dentro con un tio y mamarle la polla.
Su hijastro Dakota Lovell y su sobrino Jack Andram estaban en la habitación con la puerta cerrada. Se puso cachondo imaginando lo que estarían haciendo. Cerró los ojos. Les imaginó con el portátil en medio, entre sus piernas, viendo tetas, culos y pollas, intercambiando pajas, descubriendo el tamaño de sus rabos, descubriendo el sexo. Cuando Greg abrió los ojos la tenía durísima.
Fue directo a la habitación. Pillarles in fraganti es lo mejor que le podía pasar. Entonces se metería entre ellos dos y les daría unas lecciones de cómo chupar pollas y follar. Pero se encontró a dos chavales aburridos tirados en la cama, vestidos, pensativos, mirando al techo. A esos dos iba a enseñarles él lo que era divertirse. Era hora de sacar de nuevo la botella y hacerla girar.
Comenzaron el juego. El cuello apuntó primero hacia Jack, que decidió besar a su tio. Lo que iba a ser un besito inocente se convirtió en casi un morreo. Los dos se quedaron prendados, ajenos a los segundos que pasaban, disfrutando del roce de sus labios y sus lenguas. Jack se relamía todavía cuando giró la botella y apuntó hacia Dakota.
Más jovencito que su primo, siguió sus pasos, dejándose llevar por lo que acababa de ver. Se lanzó a los labios de su padrastro, sintiéndose culpable por lo que pensaría su madre, pero sólo un rato, hasta que logró zafarse de esos pensamientos e imaginó a un daddy comiéndole la boca en la parte trasera de un bar. Su beso duró más que el de su primo.
Al acabar, se miraron unos a otros. Los tres estaban empalmados. A tomar por culo la botella. Se quedaron desnudos sobre la alfombra y formaron un triángulo fraternal. Greg chupaba la polla a su sobri, Jack se la chupaba a su primo y Dakota a su padrastro. Un gemido apagado con la polla dentro de la boca por aquí, otro gemido por allá, las respiraciones agitadas, el aliento saliendo por sus narices, el sonido de unas buenas comidad de rabo.
Greg volvió a rescatar la botella, pero en esta ocasión para hacer otro juego que se le acababa de pasar por su calenturienta mente. Puso a Dakota con el culo en pompa y uso el cuello de la botella para metérselo por el culo. Cómo gemía el cabrón. Se notaba a la legua que nunca le habían metido ni el pelo de una gamba por detrás.
La botella, que era transparente, dejaba ver el infinito agujero negro del chavalín. Si iba a probar un primer rabo, mejor que todo quedara en familia. Greg todavía la tenía poco dura para meterla, miró a Jack que la tenía durísima como el vidrio y el primo fue el primer hombre en desvirgarle. Greg juntó su frente con la de su hijastro y le miró a los ojos, preguntándole si le gustaba. Dakota le respondió entre gemidos. No le gustaba, le encantaba.
El primo le dio la alternativa al padrastro, que flexionó las rodillas para dejar la polla justo a la altura de la entrada del culo y se lo folló a pelo. Pollazo tras pollazo, Dakota fue perdiendo la fe en sus piernas y acabó tumbado bocabajo, besando la alfombra, con la dura polla de su padrastro penetrándole el agujero. A sus cuarenta y muchos, Greg podía estar orgulloso de su cuerpazo y sobre todo de su culo, redondito y tugente como el de un chavalín. Jack se enamoró de él y se lo palmeó mientras follaba, observando cómo esas nalgas se movían como flanes con cada embestida.
Greg dejó que los primitos hicieran un sesenta y nueve comiéndose los rabos mientras él seguía follándose a su chaval. Se le fue de las manos. La tenía tan apretadita que no podía aguantar mucho más. Greg sacó la polla justo a tiempo para camelarse un par de pajotes y soltarlo todo a lefazos, dejando el caldo de sus cojones en el agujero y la raja del culo para después presionar la polla hacia el interior del agujero y follárselo arrastrando dentro toda su leche.
Tras recuperarse de la corrida, fue a por el primo. Se puso detrás de él y le soltó al oído las cosas más guarras que hubiera escuchado jamás. Los susurros calientes le sacaron la paja al momento y Jack se corrió en la boca de su primo, que esperaba ansioso su leche caliente con la boca abierta. Por fin Greg se había liberado de esa espinita que tenía clavada, como si aquel día que jugaron por primera vez al juego de la botella, hubiera abierto la puerta del armario y les hubiera contado a todos sus colegas que lo que quería era comerse un buen rabo.
Nota: Las imágenes, el vídeo y el texto reflejan una obra de ficción. Los actores no tienen ninguna relación de parentesco real.