El chulazo Marco Antonio parecía sacado de otra época, con esa cara atractiva de galán de telenovelas de los años 90 y ahora con el pelo rizado y algo alborotado no, pero repeinado se daba un aire a esos tios machotes que poblaban las portadas y contraportadas de las pelis porno en VHS de los años 70 y 80, con su buena mata de pelos en los sobacos y en la base de la polla. Sólo faltaba ponerle un bigote e imaginarle comiendo almejas peludas o un buen rabo.
Sin duda un tio que no pasaba de época y que visto de cerca, como ahora le tenía Felix Hain, se antojaba irresistible, como tener a un jovenzuelo con unas ganas enormes de meter la polla en un agujero. Miró su collar, su pendiente en la oreja izquierda y disfrutó del beso. Al despegarse de sus labios, ya tenía una erección entre las piernas.
Una sonrisa suya bastó para que Felix le ofreciera su culo a cuatro patas y para que volviera a sorprenderse por el tamaño de su verga que más bien parecía una morcilla de las grandes, con un cipote engañoso que entraba de lujo pero seguido de un pedazo pene gordísimo que se quedaba atascado en las paredes de su ojete. Felix miró hacia atrás, después se puso cómodo en el sofá y expandió como nunca su agujero para dejar que ese machote le abriera a su antojo.
Tim Kruger les había dejado la salita para que se conocieran más íntimamente. Sabiendo que estaba por los alrededores, seguramente escuchando los gemidos, Marco llamó a Tim para que le ayudase con una postura sólo posible con un compa de aventuras. Pidió a Tim que cogiera a Felix de los brazos en volandas mientras él se lo follaba agarrándole por las caderas, como si estuviera en un suspensorio. También le invitó a quedarse, por si quería hacerse una paja viendo cómo se corría en la cara de ese cerdo, dejándole ciego y con la boca llena de babas de leche.