Unos gemidos y algo de movimiento despertaron a Jean-Daniel Chagall. Miró hacia atrás. Joel Birkin descansaba a su lado en la cama, durmiendo todavía, soñando, tenía la boquita semi abierta y por la zona de su entrepierna, que tenía estratégicamente cubierta con las sábanas, algo se agitaba, algo muy grande y muy pero que muy duro.
Jean-Daniel se puso cachondo y le despertó. Estaban los dos en pelotas, esa cama olía a macho y como no podía ser de otra manera estaban bien empalmados de buena mañana. Jean-Daniel retiró la sábana y descubrió ese admirable, kilométrico y gigantesco pito que a cualquier tio le abría el apetito a cualquier hora del día.
Se lo agarró suave con el pulgar y otros dos deditos y se lo comenzó a masturbar de arriba a abajo. Jamás había visto a un tio que la tuviera tan larga. Jean-Daniel se miró su pija. La cabrona se había puesto a tono. Se puso de rodillas y la acercó a la de Joel a ver si se le pegaba algo a la muy puta. Las pajeó juntitas, dejando que una resbalara sobre otra. La suya en comparación, aunque gorda y grande, se hacía pequeña al lado de ese monstruo.
Enseguida se tumbó en la cama y se abrió de piernas, dejando que Joel le atravesara el ojal con su pedazo pepino. Se corrió en el estómago mientras le follaba a pelo con la minga. Después se puso a cuatro patas y se dejó dar por culo hasta que Joel no pudo más, le sacó la polla y se dejó toda la leche en el hueco de su precioso agujero.