A Alex Tanner le gustaba entrar en los vestuarios sin que los otros tios notaran su presencia. Solía hacerlo a horas intempestivas, cuando casi todo el equipo se había marchado y sólo quedaba el rezagado de turno. Siempre se quedaba alguno como Scott Finn que, creyendo que estaba a solas, aprovechaba para masturbarse en las duchas.
Alex abrió su taquilla sin hacer ruido, se desnudó, se puso una toalla blanca a la cintura y sacó el móvil para grabar a Scott, que por suerte, ofrecía un desnudo frontal con los ojos cerrados para que no le entrara el champú y tenía la polla bien empalmada. Iba a ser buen material para pajas durante esa semana, hasta que consiguiera cazar a otro.
Pero esta vez el cazado iba a ser él. Estaba tan concentrado mirando los bajos de ese chaval que ni se dio cuenta de que le había pillado. Scott se acercó a él secándose, con su rabo dando unos bandazos que le volvieron loco. Se hizo el tonto escondiendo el móvil, pero otra cosa no la pudo esconder y Scott enseguida se dio cuenta de ello. Por la abertura de la toalla, su enorme y gordo pito apuntaba hacia arriba.
Estaban los dos solos, ninguno tendría por qué contarlo y necesitaban rebajarse las pollas. Alex le hizo una mamada un poco bestia, zampándose el rabo y sobándole los huevetes. Después dio la espalda a Scott y le ofreció su culo para que calmara el rabo dentro de él. A pelo. Pudo sentir toda esa polla tiesa y durísima ensartándole el trasero.
Se suponía que Scott era, de los del equipo, el más tímido de todos, el que nunca se había liado con chicas ni con chicos, el más educado. Y una mierda. El tio follando era un máquina y no daba tregua. Se comportaba como un cabrón petando culos y en un chico malo que no dudaba en lanzar un gapo a la cara de su presa mientras no paraba de follársela.
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