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Johnny Hunter se deja follar a pelo por el potente y gordo pollón de Jax Thirio | Family Dick

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Johnny Hunter era quizá el chico que se metía en más problemas de toda la ciudad y aquello no sería ni Smalville ni Metrópolis, pero su tio Jax Thirio siempre estaba allí para rescatarlo. El tonto de su primo esta vez le había dejado atado a un poste bajo el sol y con un pañuelo en la boca, pero ahí estaba su tio preferido una vez más, atractivo, fornido, con sus fuertes brazos desanudando las cuerdas, sacándole las castañas del fuego.

Quería agradecérselo de alguna forma, pero no sabía cómo. Él no era una de esas Lois Lane a las que él se solía zumbar cada noche. Escuchaba cómo las tías gemían en su cama y un día entornó la puerta de su habitación y pudo verle encima de una de ellas, empotrándola como una bestia, sudando, con todos los músculos en tensión, relamiéndose mientras veía todo lo que sobresalía entre la abertura que dejaban sus piernas. Desde ese día, no recordó faltar ni uno solo a su cita con la paja nocturna pensando en lo que acababa de ver.

La mejor forma de agradecérselo era contándole la verdad, la atracción sexual que sentía por él. Al declararse, su tio dejó de desatarle, tampoco le quitó la mordaza. Se acercó a su oído y le hizo una confesión que le puso la polla tiesa: “¿Sabes qué? Todos los días miro tu culito cuando estás de espaldas en la ducha y entro a mear al servicio. Estoy deseando que pruebes mi rabo“.

Estaban solos en casa, como casi siempre. Jax le agarró el paquete, palpando lo justo para darse cuenta de que lo de tener buena pija venía de familia. Johnny no era de los que cargaba hacia un lado. La tenía tan larga que a no ser que llevase unos calzones muy ajustados, al final terminaba cayendo hacia abajo, así que ahí estaba, formando un buen bulto en los calzones con su polla empujando hacia arriba.

Su tio se agachó, le despojó de la ropa interior y sonrió al ver lo bien dotado que estaba, luciendo un pito descomunalmente grande y largo con unos cojonazos colgando dignos de los huevos de un avestruz. Y a pesar de lo grande que la tenía, cuando su tio plantó su enorme mano encima y empezó a masturbársela, parecía hasta normalita.

Hasta ahora algo morcillona, bastaron dos repasitos de su tio frotando la picha entre sus labios para que se le pusiera durísima y ya ni siquiera tuviera que agarrársela. De algo estaba seguro y era de que su tio le daba a la carne y al pescado a partes iguales, porque la forma en la que le comió el pepino, introiduciéndosela hasta el fondo y besándole los huevos, requería haber chupado muchas pollas y de buen calibre.

El cabrón se comía la pirula como si no le costase. Al levantarse, Jax tenía una enorme protuberancia en la pernera del pantalón. Le costó sacársela y no era para menos, porque menudo trabuco salió de la bragueta. Firme, duro, apuntando hacia arriba, algo más corto que el de su sobri pero indudablemente mucho más gordo. Su tio le cogió por las piernas, se las levantó y dejó a Johnny colgando con los brazos atados al poste, flexionó un poco las rodillas, buscó con la polla el orificio del agujero de su tierno culete y se la calzó a pelo.

Johnny gemía en silencio, mirando ensimismado a su tio, sintiendo cómo se metía dentro de él. Estaba como en una nube de felicidad. En cuanto le desató, se agachó para comerle la polla. Estaba esplendorosa, morenota, brillante, durísima, venosa y muy gorda, obligándole a abrir la boca más de la cuenta. Le agarró por las bolas y se la siguió zampando. Ese pollón de macho le daba mucha pero que mucha hambre.

Se lo estaban pasando tan bien que ni se dieron cuenta de que los vecinos había empezado a regar los jardines, así que se metieron dentro de casa. Ya en la habitación, Johnny le dio la espalda y se abrió de piernas en la cama para que le diera por culo. Primero su tio le preparó bien, pasando el badajo entre sus piernas, lamiéndole el cipote, dándole toquecitos en el ojete caliente con la yema de sus dedos, como un practicante a punto de meter la inyección.

Un rato después, colmado de todo lujo de detalles que le dejaron el culo bien abierto, sintió de nuevo esa gordísima polla reventarle el ano, seguida de la follada y el continuo impacto de unos pesados y colgantes cojones fustigándole la parte baja del culo. Johnny sonreía feliz y en su mundo, sabiendo que ahora era él el que estaba en esa cama, debajo de ese macho, con su cuerpo sudoroso y fornido jodiéndole a toda hostia.

Le tumbó en la cama y le hizo la cucharita. No podía dejar de mirar su cara de vicio y de empotrador, el follador nato que estaba hecho. Se dio la vuelta y se abrió completamente de piernas para él. Ya estaba preparado para mirar cara a cara a la bestia, su cuerpazo musculoso a pleno rendimiento, con toda esa musculatura en acción, penetrándole una y otra vez, enseñándole a ser un hombre.

Se corrió mirándole, empapando en lefa su cadera y el edredón, sosteniendo por la base su larga pija que no paraba de expulsar leche y de rebotar por la intensa follada que todavía le estaba metiendo. Su tio se sentía tan a gusto dentro de su culito que a punto estuvo de preñarle. Puede que lo hiciera, porque cuando le sacó la polla del agujero, empezó a soltar lefazos por todas partes, decorándole las nalgas, el pedazo agujero que le había hecho en el ojete y alguno que otro que salió volando con potencia por encima de sus pelotas y la polla para estamparse contra su abdómen. Recién corrido, volvió a clavarle la polla por el agujero. Johnny aprovechó para tocarle el culazo, firme, sudado y resbaladizo.

Nota: Las imágenes, el vídeo y el texto reflejan una obra de ficción. Los actores no tienen ninguna relación de parentesco real.

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