En sus devaneos por las casas cuando los dueños le dejaban solo, el manitas Denis Vega a veces encontraba cosas realmente asombrosas. Si terminaba la tarea antes de tiempo y dado que cobraba por horas, a menudo solía registrar los bajos del colchones, sobre todo de las habitaciones de los adolescentes de la casa, donde rara era la vez que no encontraba material para pajas.
Revistas llenas de páginas mostrando tetas, culos, pollas, la mayoría pegajosas, marcadas por un chorro de lefa descontrolado. A Denis le encantaba olisquear esas páginas pegadas, pasar sus manos por encima, sabiendo que otro tio se había dejado en ellas unos buenos pajotes. En una de esas, mientras registraba, se abrió la puerta de un armario. Resultó que el tio que le había contratado, Salvador Mendoza, era un hombre de negocios, con un ropero de lujo lleno de trajes de vestir.
Después de las revistas mojadas por chavales, el segundo fetiche de Denis eran los hombres bien vestidos. Esa ropa olía a macho. Se quitó el mono y comenzó a vestirse con prendas ajenas, olisqueando todo lo que pillaba. Justo cuando se estaba abrochando el último botón de la camisa, antes de ponerse la corbata, el dueño abrió la puerta de la habitación y le sorprendió poniéndose su ropa.
No era el único con fetiches y todo indicaba que Salva acababa de ver uno del que no tenía constancia, porque al ver a otro tio con su traje puesto, se puso cachondo, cerró la puerta tras de sí, hizo a Denis sentarse en una silla y le esnifó los pinreles antes de acudir a sacarle la verga de la bragueta y chuparle toda esa jodida polla gordísima que sólo un tiarrón manitas podía tener.
Salva tenía tantos trajes que bien podía permitirse romper uno para jugar con ese desconocido que había allanado su casa sin su permiso. Le puso a cuatro patas sobre la cama y le rasgó los pantalones por detrás. Por el enorme hueco que le había dejado, le bajó los calzones y dejó a la vista un precioso, grandote y generoso culazo peludo.
Siempre bien preparado por si las moscas, Salva llevaba condones en todos y cada uno de los bolsillos de sus pantalones. Se puso uno y la metió dentro de ese suculento y apetitoso culo de macho. Cómo gemía el manitas sobre su propia cama, con su camisa puesta, retorciéndose de gusto con la polla dentro.
Le rasgó un poco más los pantalones por el trasero y le bajó los gayumbos para descubrir sus pelotas. Le miró la huevera con deseo mientras le lamía el agujerito para lubricarlo y seguir metiéndosela bocarriba. No paró hasta que Denis se mojó el puño de lefa, después Salva le sacó la polla del culo y se corrió con unos buenos chorrazos de lefa en las medias de ejecutivo antes de subirle la piernecita y relamer su propia leche.