La cabeza de Joe Gillis le impedía ver su propia polla, porque el cabrón la tenía entera dentro de la boca. A Leo Grin sólo le quedó deleitarse con esa mamada de garganta profunda que estaba recibiendo de ese machote. No pudo darle lo mismo y es que Joe tenía un miembro bestial colgando, demasiado gordo y largo, aún estando todavía morcillón, que le impedía a Leo devolverle el favor a cambio.
Señalando a su pezón derecho, Joe le indicó a Leo lo que quería. Todavía quedaban tios cuya zona erógena estaba en las tetitas. Bien cachondo que se puso, sacando pecho y meneándose toda la chorra y los huevos que le colgaban como bolas de billar. Toda una dote enorme que Leo se vio en la obligación de chupar una vez más.
Mientras lo hacía, Joe se aprovechó de su culo, escupiéndose en la mano y ensalivándole la raja. No habían hablado de eso, eran cosas que no se decían, que simplemente iban ocurriendo sobre la marcha, pero ambos pusieron el culo para que el otro se lo comiera, dejando claro que los dos estaban abiertos y eran versátiles en la cama.
Los dos tenían unas buenas bombonas por trasero. Leo se excitó comiendo el agujero a Joe, sobre todo porque ver toda su polla y sus bolas colgando le ponían cerdaco, pero al final él fue el primero en recibir polla a pelo. Primero se dejó dar por detrás y luego se tumbó sobre la cama, ordenando a su perrito que le diera rabo mientras él lo gozaba retozando sobre las sábanas.
Le había dejado el agujero del culo abierto de par en par y con la polla más dura que el tronco de un roble. Aquí sí estaba a la altura para devolverle el favor. Le hizo ponerse a cuatro patas y le jodió el ojal con la polla metiéndosela enterita. Enseguida se dio cuenta de que ese culazo había probado muchos rabos, por lo holgada que entraba.
Leo era un toro follando, no tenía rival, pero volvió a fijarse en el tamaño del miembro de Joe y volvió a ponerle el trasero para convertirse en su putita. Disfrutó con esa gigantesca tranca dentro de su culazo e hizo a Joe quedarse quieto sin embestirle mientras él meneaba las caderas y le metía una buena batida a la polla. Volvieron a cambiarse los papeles. Leo se corrió encima de las partes nobles de Joe, que se hizo un pajote retorciéndose de gusto, desperdigando su lefa por todo el torso peludo.