Desde que eran pequeños, Lev Ivankov y Edward Terrant no se habían despegado el uno del otro, en el sentido más literal. Habían jugado juntos cuando apenas eran unos enanos, misma escuela, mismo instituto, habían recibido el uno del otro el primer beso, que además les pilló viendo una peli porno y haciéndose unas pajas y con el paso del tiempo habían terminado convirtiendo esa relación de amistad en algo a lo que ellos no querían ponerle un nombre.
Pasar unidos tanto tiempo había provocado altibajos, también en la cama. Se lo pasaban muy bien juntos, pero Ed propuso a Lev una oferta irrechazable. Se imaginó a un stripper chulazo de esos musculados, grandotes y con una buena minga, contoneándose delante de ellos y después follándoselos, los dos a cuatro patas mirándose a la cara y jadeando mientras recibían rabo. A Lev le gustó tanto la idea que le faltó tiempo para poner el móvil en las manos de Ed y hacer que llamara a una agencia de strippers y le trajeran al mejor que tuvieran en la plantilla.
Toc, toc. Quién es. Nerviosos y con el corazón a tope, agarraron el pomo de la puerta a la vez y abrieron. La hostia puta. Se miraron salivando y se preguntaron de dónde había salido ese hombre, qué le habían dado de comer para ser tan guapo y atractivo y para tener ese cuerpazo que rellenaba camiseta y pantalones sin dejar una arruga.
Ryan Bones estaba acostumbrado a que se quedaran mirándole y babeando como si fuera una escultura en un museo, pero había que hacer el trabajo a esos dos chicos guapetes. Les sacó de su estado de embriaguez, pasó dentro y sólo le hizo falta quitarse la camiseta para que los dos chavales cayeran de espaldas en la cama, mordiéndose el labio, derretidos viendo su cuerpo de escándalo.
Cogio el brazo de uno de ellos e hizo que le sobara el torso de arriba a abajo, bien abajo, hasta hacer que le rozara el paquete. Ryan se desabrochó el botón de los vaqueros. Ed y Lev no dejaban de mirar ahí abajo, esperando a que se la sacase. “Sé lo que queréis y no es un bailecito privado. Queréis verme el rabo y eso os va a costar un poco más“. Vaya, les había leído la mente. Era su novio el que pagaba, aparte de que seguro que no iba a oponerse, así que Lev le dijo a ese tiarrón que se quitara de una puta vez los pantalones, porque los dos estaban deseando verle la minga.
Ryan tiró hacia abajo quitándose de una sola vez pantalones y gayumbos y el pollón duro y enorme salió rebotando. Lev y Ed se revolvieron en la cama, excitados, con los ojos y las bocas bien abiertos por la grata sorpresa. Ed se sacó la polla que la tenía bien tiesa, agarró a Lev por el cogote y le hizo mamársela mientras los dos miraban a ese chulazo que se contoneaba completamente desnudo por la habitación. Iban a tener que conformarse con eso, pero ya era algo nuevo que aportaba la chispa que necesitaban para redescubrir el sexo.
Sin previo aviso, Ryan se subió a la cama de rodillas y plantó su pedazo verga justo al lado de la de Ed. “Regalito de la casa”, dijo Ryan. Y dejó que los dos le comieran el trabuco. Ryan acabó tumbado sobre le colchón. Ed no paraba de masturbarla y jalarla, de dejarle las babas encima mientras su chico hacía lo mismo con su polla. Ed tenía que intentarlo. Puso un pie a cada lado de las caderas de Ryan e hizo una sentadilla con la intención de meterse por el culo toda esa gordísima polla a pelo.
El stripper, lejos de retirarse o abrir la boca para cobrarles otro extra, sonrió y colaboró para calzársela sin condón. Cachondo perdido, Lev hizo lo mismo, pero sentándose en el palo duro de su chico, haciendo un improvisado trenecito que continuaron de rodillas con Ryan pegando duro desde atrás.
Ese macho estaba a punto de correrse. Se la empezó a pelar y ellos acudieron como polluelos hambrientos en su busca. Ryan estaba de rodillas en la cama, Ed y Lev se tumbaron bocarriba, con las caras entre sus piernas, mirando de cerca ese pollón que estaba a punto de estallar. Abrieron las bocas, sacaron las lenguas y Ryan se corrió encima de ellos, intentando conservar el hilo de cordura necesario mientras lo hacía para así poder soltar los lefazos lo más equitativamente posible.
Lev y Ed se miraron sonriéndose el uno al otro, con las caras llenas de leche de stripper, relamiéndose todo el caldo que les había dejado alrededor de las boquitas y compartiéndolo con un morreo. Ryan se retiró buscando sus pantalones, a punto de ponérselos, pero los chicos no podían dejar que se fuera de aquella manera, casi furtiva, manchando la huevera de los calzones con su polla mojada, que sin duda después estaría deliciosa para esnifar. Le enseñaron el camino al baño. Ed y Lev corrieron a la mesilla, buscando entre los ahorros de su cartera para ver si tenían algo que sirviera como incentivo para que ese chulazo volviera a empalmar y darles de comer de su grandiosa polla.