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Dalton Ryder enchufa a Kike Gil a pelo con su enorme pollón colombiano | Fucker Mate

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Si recién levantado y con un hambre voraz a Kike Gil le ponían sobre la mesa un plátano corriente, una manzana roja o una polla morenota, gorda y enorme, tenía claro a por cual lanzarse. Menuda chota tenía su compañero de piso Dalton Ryder. Si al verlo tan alto y corpulento imaginabas que la debía tener igual de grande, no te equivocabas.

El tio siempre estaba con la polla dispuesta y más por las mañanas, que se levantaba con ella amorcillada, con el capuchón puesto y el pellejito lubricado, lo que le daba a Kike la satisfación no sólo de comérsela, sino de meter la lengua y juguetear deleitándose el sentido del gusto. Y para que él también probase ese precum de buena mañana, después de chupársela acudía a sus labios para darle un morreo.

Le encantaba cogerle de los huevazos, perfectamente amoldados al escroto, y seguir chupando esa polla que no paraba de crecer. Una vez que la tenía tocha, el primer tercio del rabo se le quedaba un poco inclinado hacia abajo y es ahí donde Kike se detenía a meter la chupadita, entre otras cosas porque era tan gorda que apenas le cabía por la garganta.

Dalton disfrutaba con los labios de Kike magreando su rabo de arriba a abajo. Además de guapo, con esa barbita y ese bigote que le volvían loco, era un perrete experto chupa pollas. Cuando no estaba succionándole los cojones, sacaba esa lengua larga y le metía una relamida a la barra que se la dejaba bien empapada el saliva.

La mamadita con la cabeza de lado haciendo que el cipote desplazase su moflete, la forma en la que le degustaba y le esnifaba las pelotas metiendo la cabeza entre sus piernas, esas miraditas lascivas que le enviaba desde abajo, rebozándose toda la polla por encima de la cara y ahí al fondo su torso musculoso y peludo, sus brazos fuertes cogiendo y enderezando su trompa. Alternaba lo suave y lo duro. Tan pronto sacaba la lengua y rozaba con ella la punta del cipote con suavidad y extrema delicadeza como al segundo se estaba zampando la polla o dándose de hostias con ella en la jeta.

Notó el temblor de sus piernas y su expresión de sorpresa cuando se la calzó por detrás sin condón. Como cuando te metes en la ducha y sale el agua fría, pues igual. Pero pronto se acostumbró y se quedó en el sitio, recibiendo por el agujero ese rabo gordísimo que quedaba tan encajado que apenas podía desplazarse un par de centímetros hacia adelante y hacia atrás mientras intentaba la primera follada.

Ese trasero peludete estaba de vicio y, a base de ganas y un poco de esfuerzo, Dalton consiguió que tragase más para poder darle por culo como se merecía. Dalton se dirigió hacia el sofá y las cosas se calentaron. Puro músculo y con ese torso tan varonil, Kike se subió al sofá, hizo una sentadilla inclinando hacia arriba la polla de Dalton para enfilarla hacia su agujuero y se empaló encima de ella.

Empezó a pajearla tímida y lentamente con el culazo. Sin pretenderlo, Dalton cada vez se estaba poniendo más cachondo viento la carita guapa de Kike y su cuerpazo, así que le cogió de las nalgas y comenzó a culearle desde abajo metiéndole una follada bestial. Kike acabó sentado sobre sus muslos con casi toda esa barra de carne dentro de él.

Repitieron la experiencia, pero esta vez con Kike dándole la espalda. Dalton se sentía atrapado. Menuda encerrona. No tenía espacio para moverse entre la espalda de Kike y el respaldo del sofá. Tampoco entre el asiento y el culo de Kike que no paraba de cabalgarle. Tuvo que respirar hondo y hundir las manos en el cojín donde estaba sentado para impulsarse con fuerza y darse un poco de espacio. Menos mal que lo hizo a tiempo, porque estaba empezando a sentir un gustazo recorriéndole la espalda.

Pero el daño ya estaba hecho. Los huevos estaban llenos de leche a punto de rebosar. Avisó a Kike para que bajara a tiempo de probar su miel. Se pajeó mientras él le lamía los huevos, se sacó la lefa que salió brotando en espumarajos blancos y espesos resbalando por su enorme verga y los dedos que formaban su puño y Kike, como un buen cerdete, empezó a relamerle todo el tronco lleno de esperma calentito, mojándose los pelitos de la barbita y el bigote.

Así, mientras se la chupaba, Kike se la estaba meneando. Dalton vio cómo daba espasmos y dejaba los ojos en blanco. Se inclinó para mirar qué había hecho el cabrón. El cojín que tenía bajo las rodillas estaba dibujado con líneas rectas de una potente lefada y toda la leche se había estampado en la parte de abajo del sofá. Dalton miró a Kike a la cara y se enamoró de ese puto cerdo que todavía tenía su semen decorando su jodida y bonita cara.

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