Mira que él estaba cañón y tenía un cuerpazo, pero al ver el torso de Jesse a Mitch le entró envidia sana. Menuda tableta de chocolate tenía ese cabrón rubiales, perfecta, marcando ese six pack sin un sólo gramo de grasa. Además de eso, estaba fuerte, Mitch podía motarlo por la forma en que le agarraba el culo por detrás cuando se estaban dando el lote de rodillas sobre la cama.
Descubrió que su polla estaba tan dura como sus músculos, se la puso recta y se la metió dentro de la boca. No era excesivamente grande ni gruesa, del tamaño perfecto, lo que hacía que chupársela y jalársela hasta notar cómo le entraba un poquito por la garganta fuera un placer. Ahora necesitaba ponerse bocarriba, abrirse de piernas y ver cada músculo de ese cuerpo en acción.
Jesse comenzó horadando el agujero de Mitch a dos dedos y cuando menos lo esperaba intercambió los dedos por su polla erecta penetrándole sin condón. Al sentirla gorda y dura dentro de él, al ver que ese cuerpazo bestial se abalanzaba sobre él empotrándole, Mitch se volvió loco mirándole, gimiendo y animándole a darle más duro.
Iba a cabalgarle un rato, pero Mitch decidió quedarse sentado a medias encima de sus piernas, dejando que fuera Jesse el que le enculase desde abajo. Al fin y al cabo era su culpa que ese rubio no hubiera ido esa tarde al gym, así que tenía que compensarle de alguna forma, obligándole a hacer su entrenamiento, sin duda mucho más placentero que hacer elevaciones en una máquina, dónde iba a parar.
Mitch tenía un culo que era una gozada, perfecto para calzar cualquier tamaño de verga y dejarla lo suficientemente apretadita en su interior como para hacer reventar a cualquier tio de gusto. Después de darle por culo un centenar de veces, Jesse sacó la polla y se corrió en una de sus nalgas. Se la pajeó tiesa hacia arriba mientras los chorrazos de leche se le escapaban sin control como si su polla fuera una puta fuente de esperma.
Mitch pasó la mano por detrás, le agarró la polla y la condujo hacia su agujero, antes de que lo soltase todo. Se dio la vuelta, se arrodilló y empezó a hacerle una limpieza de sable degustando el semen mientras se cascaba un pajote. Con la boca llena de rabo recién corrido, se vació los huevos en la moqueta.