Como cada día, nada más escuchar el ruido de la ducha, Dakota Lovell se despertó y pidió permiso para entrar al baño. No tenía que poner ninguna excusa porque tanto él como su compañero Dante Drackis se levantaban temprano a la vez para ir a la misión en un pueblo cercano y que Dante se levantara antes ya se había convertido en una costumbre.
Siempre llegaba en el momento más interesante, cuando se estaba metiendo la pastilla de jabón por la raja dle culo, cuando se agachaba y se le veían los huevos y la polla colgando entre las piernas, perfecto para que llegase otro macho y le metiera un buen pollón por el ojete. Dakota provechaba el momento lavabo afeitándose para mirar de reojo a su compañero chulazo a través del espejo.
Dante no usaba esponja, sino que se enjabonaba con la pastilla en la mano. Cada dos días había que reponerla. Daba gusto verle rebozándola por su cuerpazo, por ese pechote peludo, por sus poblados sobacos. Dakota soñaba con ser pastilla de jabón y Dante se daba cuenta de que a ese chavalín le molaban los rabos, pero ahí había una tensión sexual no resuelta que siempre resolvían de la misma manera, con un aclarado rápido por parte de Dante dejando su hueco para que Dakota tomara su sitio en la ducha.
Solo que ese día Dante no salió a coger la toalla. Se quedó detrás de Dakota tocándose mientras miraba el cuerpo delgadito del chavalín y su culito. Al darse la vuelta, Dakota se lo encontró de frente, el cuerpazo varonil de ese chulo tan cerca del suyo, más que nunca, completamente desnudo. Dante agarró la pastilla y le ayudó a enjabonarse de arriba a abajo, dándole la vuelta, atrayéndole hacia su cuerpo, dejando que notase su minga caliente en la raja del culo.
Al darse la vuelta, los dos tenían los rabos morcillones, en un ángulo que no era el que normalmente tenía un pene flácido. Dakota imaginó lo que iba a ocurrir. Se lo habían contado otros chicos de otras misiones con compañeros mayores que ellos. Los más jovencitos siempre acababan convertidos en las putitas de los veteranos. Pero a su regreso, él tendría una nueva historia por contar, porque Dante le dio la espalda, se dirigió hacia el fondo de la ducha, se puso mirando hacia los azulejos, levantó una pierna y le dijo a Dakota que le comiera el culo.
Aquello le había pillado totalmente desprevenido. Al agacharse y ver ese culazo de futbolista tan peludo y con tanto colgando, no supo por dónde empezar. Era demasiado para él y le había venido como un regalo, como una inspiración divina. Pero un hombre siempre sabía lo que tenía que hacer, aunque nadie se lo hubiera enseñado. Hundió los morros en la raja, sacó la lengua y le lamió el agujerito.
Algo debía estar haciendo bien cuando comenzó a escuchar los gemidos apagados de Dante, cuando su mano le agarró por detrás de la cabeza para que le hundiera más los morritos en la raja. Dante se dio la vuelta, le dijo a Dakota que se pusiera de pie y se agachó para comerle toda la pija larga. Primero le agarró por los huevetes y después se insertó la polla hasta el último centímetro tragándosela entera.
Relamiéndose y escupiendo algún pelo del rabo, después de abrillantarle la polla, Dante volvió a darle la espalda y esperó a que Dakota se acercara a él por detrás y se la metiera a pelo por el agujero del culo. La polla blanquita, dura y larga penetró el ojal peludo y Dante tuvo que agarrarse a la pared con ambas manos para controlar el gusto que le estaba dando.
Con el tiempo aprendería a zumbar como un macho empotrador, pero ahora Dante se conformaba con eso, con que fuera lento y suave. Le venía bien, porque tenía una chorra tan larga que de otra forma le hubiera hecho daño. Al menos se alegró de que el chaval no se hubiera corrido a las primeras de cambio. Al principio tímido, Dakota terminó sucumbiendo al deseo, inclinado sobre la espalda de Dante, abrazándole fuerte mientras se lo follaba.
Dante se puso de lado, levantó una pierna por encima del torso de Dakota apoyándola en su hombro y mientras el chaval le metía rabo, él se hizo un pajote. Los lefazos espesos de un blanco inmaculado salieron disparados por todas partes mojando la bañera, su puño, su brazo y la base de su polla. Antes de perder el equilibrio, Dante se agarró al borde de la bañera, agarró el culazo de Dakota y le animó a que siguiera hasta el final.
Dakota no sabía si estaba en un puto sueño viendo el cuerpazo sudado y mojado y la polla corrida de ese chulazo, pero sabía que si un tio le daba permiso para correrse dentro, no debía dejar escapar esa oportunidad, así que siguió metiéndola sin parar hasta dejarle una buena preñada. Dante abrió bien el culete para enseñarle cómo toda su lefa salía del agujero. Todo había sido muy real, tan real que iban a necesitar otra ducha antes de ir de misión.