Lo sabían, sabían que eran unos pecadores de la pradera y de los grandes, que habían sido de los que le daban a la zambomba todo el puto día y que iban a seguir haciendo lo que más les gustaba, ya fuera en los baños, en las mazmorras de locales exclusivos para chicos o en cualquier callejón de aquí te pillo aquí te cepillo. Erik Devil e Izan Loren habían hecho muy buenas migas con Daniel Karrington, que adoraba tener a dos guaperas pendientes de dejarle completamente satisfecho, y no iban a dejarle sin meterle un segundo round.
El culo del rubito estaba bien rico y era un placer meter la polla dentro desnudita y sin condón, pero Izan y Erik estaban dispuesto a ir un paso más allá. Guantes negros de latex y lubricante para parar un tren es lo que usaron para ponerse mano a mano con su trasero. Mientras Daniel se mecía sobre un balancín entretejido, más propio de una paradisíaca isla, los dos gamberros le exploraban las profundidades expandiéndole el ojete a dos manos y metiéndole todo el puño dentro.
No tuvieron ni que bajarse los pantalones cortos de deporte que llevaban. Se turnaron primero metiendo uno la mano, después el otro y era una gozada ver la cara de satisfación de Daniel cada vez que lo hacían, cerrando los ojos, frunciendo el ceño en señal de gusto, abriendo la boca y exhalando un gemido apagado de orgullo. Tenía a los mejores dominadores a cada lado sabiendo lo que se hacía.
Cuando Daniel se agarró la polla y se la empezó a pelar, Erik e Izan le ayudaron en la tarea. Puede que después de abrirle el ojal a tope, dedearle el agujero con un dedito no fuera suficiente, así que le metieron cuatro y le dieron placer a la entrada donde más le gustaba hasta que se sacó la leche. Daniel no lo dijo, pero lo pensó: “Para vosotros, cabrones“.