Joder, cómo le tenía enganchado con el rabo bien metido por el culo. Brent Everett estaba cachondo perdido, hecho un ovillo sobre sí mismo tendido sobre la cama, con las rodillas al pecho, emocionado por ver al super daddy Nick Capra dándole rabo a pelo, haciendo flexiones sobre él y encima, si se movía, el muy cabrón le agarraba la cabeza para enderezársela y hacer que le mirara a los ojos. Le tenía enganchado y dominado.
Brent sabía que era la joya preferida de los daddies. Su apariencia juvenil, sus tatus, su cuerpo musculadito y su larguísima polla, le hacían el chico ideal para ser el objetivo de los más veteranos. Con otros hombres no podía sentir el gustito de una incipiente barriga de más de casi cincuenta tacos rebozándose por sus cojones, levantándoselos de su sitio.
La experiencia era otro grado, porque sabían cómo dominarle, poniéndole a cuatro patas, agarrándole de la cabeza, metiéndole los dedos por la boca, dedos que bien podrían ser como pollas, para sentir el gustito y la suavidad de unos dulces labios en torso a ellos.
Adoraba ver a un tiarrón corpulento postrándose ante él, ofreciéndole su culazo grandote y peludo. Brent no podía competir con Nick en corpulencia, eso estaba claro, tampoco en grosor de polla, porque había que ver el trabuco que se gastaba, pero de largo de minga andaba bien servido y Nick se la comió bien comida. La corrida de Nick fue como una perla blanca en el cipote, algo que ya suplió Brent soltando unos fuegos artificiales de traca.