A Chad le había dado fuerte por los tios masculinos. Morrearse con Malec le provocaba una excitación enorme, un cosquilleo inexplicable por todo el cuerpo. Sentir sus labios húmedos, su lengua penetrando su boca sin llegar a atosigarle, el roce de los pelos de su barba y su bigote por su rostro, esos ojazos grandes de color verde en los que perderse.
Le observó impaciente mientras se desabrochaba la camisa. Al tercer o cuarto botón se puso perraco al ver sus pectorales cuadrados que le recordaron a los de Superman. Malec le sacó los pantalones y tras ellos los gayumbos, le plantó la mano en la polla y s ela empezó a sobar. Chad quería correrse, ponerlo todo perdido. Tomó aire intentando controlar, pero de nada le sirvió cuando Malec se inclinó y se metió la polla dentro de la boca. Chad se revolvió en la cama, intentando aguantar las ganas de correrse dentro de ella.
Ya estaban los dos completamente desnudos en la cama. Chad se arrodilló frente a Malec, le separó la spiernas, le puso la minga firme y se la zampó. Del saborcito salado de su durísima polla al dulce de su boca. Una de saliva y una de mamada. Un par de pasitos adelante y se sentó sobre sus piernas. Pasó una mano por detrás conduciendo la verga dentro de su culo y se la metió toda dentro sin condón, gozando el momento de la primera penetración como una buena puta.
Gorda y grande, empotrado por un buen macho, desde que Chad descubrió esta nueva faceta de su vida sexual, necesitó repetirla una y otra vez. Dar placer a los tios, dejar que utilizaran su culo como un consolador le ponía cerdaco. La primera vez le dolió, pero las siguientes todo fue mucho más fácil. Cabalgaba con la picha dentro de tal forma que sólo se veía su culo y un par de huevazos rebotando. Pero Chad no era tan solo un agujero al que penetrar. Podía ofrecerles algo más que a todos les encantaba, una buena rebozada de polla grande por el vientre.
Se le escapó, sin más. Un buen rabo tocándole el punto de placer le ponía tan cachondo que terminaba corriéndose sin manos. Una bolita blanca recubrió la punta de su cipote. En cuanto empezó a rezumar la leche, un buen calostro resbaló por la parte delantera del tronco. En la punta del nabo ya se acumulaba tal cantidad de semen que caía en el colchón ensuciándolo todo.
El pito volvió a ponérsele duro en cuanto Malec se dedicó a empotrarle por detrás. Aquí sí que usó la mano para pelársela. Acostumbrado a pajearse fuerte, correrse sin manos daba mucho placer pero le dejaba a falta de algo, como si no hubiera acabado por completo. Inclinó la polla justo en el momento de correrse y plantó toda su semilla en el suelo.
Malec retiró el pene duro, grueso y enrojecido del interior de su culo. Sintió sus disparos de lefa alcanzándole el ojete, desperdigándose por los pelos de su trasero, colgando de ellos. Después su pito mojado volvió a penetrar las profundidades de su agujero. Recién descargados, le encantaba ese momento de placer infinito en que necesitaban besitos, aferrarse a algo con los labios.