Cuando Thyle Knoxx se fue con su colega Mateo Zagal de camping, se le olvidó comentarle un pequeño secreto fruto de sus fantasías sexuales más íntimas. Estar entre los árboles no dejaba de recordarle cuando se iba de cruising y tenía un fetiche inconfesable: le encantaba mirar las pollas empalmadas de buena mañana de otros tios antes de echar la primera meada.
Con los primeros rayos de sol, Thyle se desperezó. Lo primero que hizo fue mirar la entrepierna de Mateo antes de que despertara. Llevaba unas bermudas cortitas y por un lateral se le salía todo el cipote. Para llegar hasta ahí la tenía que tener bien larga. Pudo haberse metido entre sus piernas y lamerle cuidadosamente la berenjena, que no se hubiera enterado, pero agarrar ese enorme palo le produjo mayor satisfación, porque aunque su colega se despertara y le arreara una hostia, podría sentirse orgulloso de tocar semejante rabaco.
Mateo se despertó sobresaltado por el agarrón del paquete. Antes de que pudiera decir nada, Thyle le subió la pernera de las bermudas, le agarró la polla, la enderezó toda voluminosa y gorda y se la relamió con la lengua de abajo a arriba antes de cobijarla al calor de su boca. Para cuando Mateo quiso reaccionar, ese chulo se había hecho ya con el control total de su rabo y le estaba succionando hasta los huevos.
Thyle tenía un regalito para él, antes de que saliera de la tienda de campaña a mear entre los arbolitos. Se puso a cuatro patas dejando que descubriera el melocotón de su precioso culazo. Lo tenía tan bonito, tan suave, con ese par de globazos, que no tardó en tener el rabo morenote dentro, sin condón. Entre que su culo era tragón y Mateo tenía una picha larga que despertaba pasiones, las culeadas que se llevó fueron de campeonato.
Hizo sudar a Mateo de lo lindo. Thyle se puso bocarriba para mirarle bien mientras se lo follaba. Los rayos de sol impactaban sobre su musculoso cuerpo bronceado, sobre su torso peludete lleno de rabia. Le sacó el pene del culo, erecto y formidable. Mateo se pajeó encima de él, un espasmo y dibujó en el viento leche batida en zig zag, toda la que estaba contenida dentro de sus pelotas después de una noche segura de sueños húmedos.