Amante del deporte, Levi creía que sus vídeos haciendo ejercicios ayudarían a otros chicos a llevar una vida sana, pero al leer los primeros comentarios descubrió que lo único a lo que les ayudaba era a hacerse una buena paja. Comentarios lascivos acerca de sus impresionantes ojazos, su escultural torso y un culazo que despertaba pasiones, Levi empezó a sacar partido y a contentar a sus fans con el contenido que más les gustaba.
A veces sólo le bastaba acercar su cara a la cámara para que algunos chavales le confesaran que habían mojado la pantalla del ordenador viendo su mirada, unos ojos deslumbrantes que parecían pintados alrededor con lápiz de ojos, pero qué va, todo natural. En los vídeos más cañeros, le gustaba quitarse la camiseta, el pantalón y hacer ejercicio con las zapatillas y los calcetines puestos. Los que más visitas le daban eran aquellos en los que hacía flexiones con la minga colgando. Ese cuerpo serrano con el culo blanquito y respingón, subiendo y bajando con la polla tocando el suelo, ofrecía unas vistas hermosas.
El aire sexy y gamberro que le daba la gorrita con la visera hacia atrás contrastaba con otro momentos en los que se la quitaba y enseñaba ese pelazo moreno. No pocos le confesaban que deseban saltar sobre su polla y correrse en sus abdominales, rellenando de leche esa distintiva mancha que destacaba sobre su torso. Se enorgullecía de su picha, no más grande que la de cualquier tio del montón, cuando dejaba la ropa tiraba a un lado del sofá, daba la espalda a la cámara, se abría de piernas enseñando sus musculosas nalgas, con toda la dote colgándole entre las piernas, hacía que cualquier tio deseara metérsela y dejarle bien preñado.
Los chavales se la pelaban, hasta donde llegaban, acompañándole en la paja que se metía tumbadito sobre el sofá, con los calcetos puestos y ese cuerpazo bronceado, musculoso, esos muslazos, tan masculino, todo un machote de pelo en pecho. Esas miraditas que lanzaba a la cámara traspasando la pantalla, los gestos que ponía con la cara cuando le venía le gustillo. Todo el conjunto de ese hombre levantaba las banderas hacia lo más alto.
Viéndolo así, pelándosela entre el pulgar y el índice, de lado, con su espalda curva terminando en ese culazo hecho con cincel, era muy fácil imaginárselo zumbando y siendo follado, por lo que la leche salía sola. El daddy con el que algunos soñaban, se convertía en otro cuando se volvía a colocar la gorrita hacia atrás. Con ese punto cañero, se sentaba sobre la alfombra, arropaba su polla con la palma de la mano y no paraba hasta sacarse la leche, dejándose un buen lefazo en el torso por debajo de los pectorales que despertaba pasiones.