Cuando llegue la noche, después de la cena de Navidad, ellas se quedarán jugando al bingo mientras ellos se van a otra sala a echar una partida de poker, o eso dicen. Pero antes de que llegue ese momento, mientras ellas hacen los preparativos de las fiestas navideñas, Diego Reyes, Drew Dixon, Joe Gillis y Sir Peter están a punto de traspasar la línea con una celebración de empresa que no podrán olvidar jamás.
Tras un duro y agotador día de trabajo, del que esperan llegue pronto a su fin, el jefe Drew llama a todos al despacho para invitarles a una copita de champán para brindar por las fiestas antes de marcharse a casa. Él sí que sabe mantener a sus empleados contentos, sobre todo cuando les propone echar una canita al aire y montárselo todos juntos allí mismo, descargar bien los huevos que, como bien saben todos, no podrán descargar de otra forma esa noche por ser la señalada fecha que es.
Diego, el más jovencito de todos y también el más guaperas y cachondo, se muerde el labio inferior de puto gusto, se acerca al jefe y le soba el culo con una mano mientras con la otra se agarra el paquete que se le está inflando. Drew sólo tiene que hacer un movimiento, quedándose de rodillas para tener a sus tres dotados empleados con la chorra fuera de la bragueta dándole de comer tres alucinantes vergas.
Gire la cabeza hacia donde la gire, están tan juntitos los tres que siempre hay una polla esperándole. Y no sabe con cuál se quedaría, si con el formidable pene de Diego, por el que siente una atracción especial por sus ojazos y su cuerpo, si con el gordo pollón encapuchado de Joe con el que se pone cerdo cada vez que se cruza con él en los meaderos del baño o con la barraca de Sir Peter, uno de los rabos más grandes y alucinantes que jamás ha visto.
Él ha puesto el champán y ellos los aperitivos. Mira hacia arriba y les ve darse el lote mientras despliegan toda la artillería de sus rifles sobre su jeta, metiéndole las pollas por la boca, fostiándole la cara a pollazos. Se inclina sobre la mesa, se baja los pantalones y les regala su precioso culito blanco para que se lo follen. Uno detrás de otro se van turnando y se lo van inflando con la polla, sin condones, a lo bestia y a saco montando un inesperado gang bang en la oficina.
No esperaba que fueran tan cerdos, que se animaran unos a otros jodiéndole el agujero como lo hacían, incluso ejerciendo de mamporreros, agarrándose las pollas para ayudarse a conducirlas hacia su estrecho agujerito. Drew nunca se había sentido tan amado. Joe estaba dentro de él, Diego también, los dos con las pollazas calientes y duras dentro de su culo, haciéndole un bocata y Sir Peter calentándole la oreja, susurrándole guarradas al oído.
Después de amarle y no precisamente en silencio, la fiesta no acabó ahí. Joe y él se tumbaron sobre la mesa abriéndose de piernas y dejaron que Diego y Sir Peter, sin duda los más fogosos, descargaran toda la energía de sus rabos dentro de ellos hasta autosatisfacerse y darlo todo. Esa misma noche, a solas en la habitación, haciendo con que jugaban al poker, volverían a encontrarse para una segunda ronda.