Sus encuentros en la mansión fueron de menos a más. Allen King era un chico de ciudad al que le gustaba cuidarse, ir al gym y pasarlo bien. Ese día estaba especialmente guapo, con sus pantalones chinos ajustados, zapas de deporte elegantes y camisa. De punta en blanco, nada hacía pensar que dentro de él se escondía un auténtico animalito. Sir Peter tenía condición de sir, un tio de alta alcurnia con unos buenos terrenos. Allen se puso nervioso cuando él entró en la habitación donde se amaban en secreto cuando su familia se iba de fin de semana y se quedaba solo.
Acababa de llegar de jugar al golf con sus amigos y estaba muy atractivo con su polo azul marino oscuro bien ceñido a su torso y sus biceps y unos pantalones de color a juego que le quedaban igual de ceñidos. Era tan grande, tan apuesto, tan varonil, que Allen se derretía cada vez que lo tenía enfrente, al sentir su mano grande y caliente protegiendo su cuello. Entonces el cuerpo de Allen bullía como una olla a vapor, se le ponía el pitorro durísimo y el ojete del culo echaba humo.
No podía esperar a montarse encima de él, a cabalagarle. Le quitó el polo y bufó al ver su torso musculoso de pecho peludo. Se lo lamió todpo perdiendo el sentido, hasta los sobacos. Sir Peter sólo necesitaba alzar un brazo para que Allen acudiera con su lengua como un perrete en celo. Allen estaba cachondísimo, sobre todo cuando Sir Peter le cogía entre sus manos. Cómo le manejaba el cabrón a su antojo.
Le preguntó si estaba listo. Allen dijo que sí poniéndose de rodillas, esperando a que Sir Peter se quitara el cinturón, aunque la realidad es que nunca se estaba listo para ver algo así de grande. Llevaba unos Calvin Klein ajustados y al bajarse las solapas de la cremallera del pantalón pudo ver el paquete que formaba un pollón gigantesco y gordísimo calzando hacia la izquierda. Allen le bajó la goma de los calzones y dejó esa bestia al descubierto, metió la mano por debajo y le sacó los dos enormes cojones también.
Todo lo puto gorda que era se la metió dentro de la boca e hizo un esfuerzo en vano por tragar. Ningún otro hombre le había hecho nunca abrir la boca tanto con su verga como ese. Dios qué pedazo de polla, gigantesca. Intentando no morder demasiado, le hincó el diente y la digirió a fondo hasta donde pudo. Se la dejó llena de babas mientras sus labios no paraban de chupar rabo y saborear esa pija saladita. Le entró tanta hambre con el pollón en la boca que tragó hasta que le entraron arcadas.
Se pusieron los dos de pie. Sir Peter le sacaba una cabeza. Allen le miró de arriba a abajo cachondo perdido, luego bajó la vista hacia su enorme rabo, duro, tieso, largo, gordísimo, apuntando hacia arriba. Se puso en cuclillas, rodeó su base con la manita y se lo zampó de nuevo. Esta vez Sir Peter le ayudó a comer rabo agarrándolo por la cabeza. La carita y los morros de Allen estaban ya empapados de su propia saliva.
El chaval ya había saciado su hambre de polla y ahora le tocaba el turno a Sir Peter. Ayudó a Allen a quitarse la ropa. Allen tenía un buen pijote, bien largo y hermoso, pero ante el trabuco gordísimo y gigante de Sir Peter, cualquier pene parecía pequeño. Allen se puso de rodillas mirando hacia el respaldo del sofá, ofreciendo su culazo a ese macho, al que le ponía cerdaco ver un culito respingón abierto para él y los pedazos cojones colgantes de Allen entre sus piernas, bamboleándose de lado a lado.
Le folló el ojete con la lengua mientras con su grande y fuerte manaza le cogió la pija, se la pasó etre las piernas y se la masturbó. Ojete, huevos y polla, se lo comió todo. Le metió sus dedos que para Allen eran como pollas y le escupió y engrasó bien la raja del culo antes de ponerse de pie y penetrarle a fondo el ano sin condón, destrozando ese agujero.
No sólo entraba super apretada, es que parecía imposible que algo tan grueso pudiera caber en un agujero tan estrecho. Pero entró, como siempre entraba. Al principio Allen siempre sentía dolor, era como si le estuvieran desgarrando el ojete, pero tener a ese empotrador tan apuesto y varonil dándole por culo hacía que el agujero terminara cediendo por las ganas de tenerle dentro y el dolor terminara convirtiéndose en gusto.
Hasta que el muy cabrón se ponía en modo burro, le cogía por los brazos esposándoselos por la espalda e intentaba clavársela entera hasta los huevos. Allen empezó a sudar como un pollo, con el flequillo pegado a la frente. Miró a Sir Peter asombrado porque un hombre tuviera algo tan grande entre las piernas. Le puso el culazo en el reposabrazos y dejó que le penetrara de nuevo, mirándole frente a frente, admirando ese cuerpazo de machote, las culeadas que le metía con fuerza, su alucinante pollaza penetrándole sin descanso.
Si sacar su animalito es lo que quería ya lo había conseguido. Bajó a comerle la trompa de nuevo para engrasársela. Se la comió sin medida, sin pensar en si se atragantaba. Le tenía completamente brutalizado. ¿Quieres culito? Pues toma culito. Se sentó en sus piernas dándole la espalda y se introdujo su polla dentro del culo, luego dejó reposar su espalda sobre su ardiente torso y se dejó follar en volandas.
Él mismo se lo había buscado. Ese momento fue de lujuría máxima. Se miraron cara a cara bien cerquita, Sir Peter le agarró por el cuello, le susurró sus gemidos apagados en la oreja y cuando Allen pretendía retirar un poco el culete hacia arriba, iba Sir Peter y apretaba sus caderas hacia abajo para que la gigantesca y gordísima polla entrase entera.
Así pasaba, que al final acababa con el agujero del culo abierto a tope y no paraban hasta dejar cubierta de babas y sudor la sábana con la que habían cubierto el sofá de lujo para que no se manchara de flujos masculinos. Con el diámetro del ojete bien abierto, Sir Peter ya tenía vía libre. Le metió la vara hasta el fondo y le dió unas palmaditas en las nalgas para que él se meneara hacia adelante y atrás masturbándole la polla. Las vistas que Sir Peter tenía desde arriba en ese momento eran espectaculares. El chaval guapera y musculadito, con su culo suave y precioso tragándose toda su polla.
Sir Peter se tumbó en un lado del sofá y cogió por los muslos a Allen haciéndole sentarse de nuevo sobre su pija. Se lo folló como un conejo, metiendo y sacando de su culazo algunos centímetros de rabo con rapidez. Con lo guapos que habían llegado a la habitación y lo cerdetes que parecían ahora, despeinados, susdados, llenos de lujuria en sus semblantes.
Llegados a ese límite, Allen ya estaba dispuesto a todo. Que le jodieran el culo, que le dijeran cosas cerdas, que le escupieran a la cara como una buena puta. Lo quería todo de ese tiarrón. Se sacó la leche todavía con la trompa perforándole el culo. Sir Peter seguía dando caña encima de él. Estaba empapado en sudor y caía por la frente y la punta de la nariz encima de Allen, además de sus gapazos.
También la polla la tenía mojadísima y entraba de lujo por el agujero de ese mamón. Se lo folló hasta que le entró el gustillo, sacó la polla y le roció con esperma el ojete y el pandero. Con la brocha gorda recogió un poco de su semen y se la volvió a meter dentro blandiéndole el agujero que se había vuelto a cerrar en banda. Allen volvío a gacharse para comerle la pija, esnifando y saboreando el olor y el sabor a sudor, babas y lefa que impregnaban con su aroma especial a ese descomunal pollón hecho para dar placer.