Sonó el timbre de la puerta justo cuando estaban saliendo del baño. Jim Durden se sorprendió de ver a sus dos colegas saliendo del mismo cuarto. Miró sus caras sonrojadas y llenas de felicidad y las reconoció al instante. Esos dos o se habían cascado unas pajas hacía un rato o se habían dado el lote como animales. Cualquiera de las dos ideas, la que fuera, unida a tener esos cuerpazo serranos tan cerca, hizo que Jim empalmase, con la polla casi llegando hacia el bolsillo derecho.
Adam Archuleta le señaló el pito. Si ya se había puesto así de tocha solo con mirarles los torsos desnudos, ese no sabía lo que le esperaba. Le sacó la polla, se la acarició y le dijo lo mucho que le gustaba. Cuando Dylan Maguire fue a hacer lo mismo, se le cayó la toalla al suelo y dejó a la vista que su pirula volvía a estar empalmada. Jim retiró la última toalla que quedaba, la de Adam y vio que el tio también la tenía tiesa.
Trio de pollones. Se acercaron más y juguetearon con ellos, dándose pollazos, rebozando los cipotes, cogiéndose los miembros unos a otros. Se reían, risas nerviosas, mientras miraban hacia abajo y sus rabos se enzarzaban en una competición por ver quién la tenía más larga o más gorda. Tras las pollas vinieron los culos y Adam decidió que había que cuidar del de Jim. Antes se tumbó y se hizo con él un sesenta y nueve donde le dejó llenarse la boca con su rabo y donde él dio buena cuenta del suyo mientras Dylan le preparaba el ojete.
Adam tenía el culo apoyado en la almohada, mirando hacia el cabecero de la cama. Dylan apoyó la espalda contra el cabecero y se agachó uniendo las dos pollas para que Jim se las comiera. Veían su cabecita bajar y subir, chupando una, chupando la otra. A Jim le entró mucha hambre. La de Dylan era super gorda, la de Adam más larga, tan diferentes las dos, pero estaban tan ricas.
Fue Adam el primero en meterle el rabo por el culo sin condón, a cuatro patas, mientras Jim se dedicaba a comerle los huevetes a Dylan, que se la estaba pajeando apoyado sobre su codo en el cabecero de la cama. Luego su espalda resbaló hasta quedar apoyada contra la almohada y Jim se sentó sobre sus piernas dobladas, metiéndose por el agujero todo su enorme y gordo rabo. Por un momento Adam y Dylan se miraron, dirigieron sus miradas hacia el pollote de Jim y volvieron a mirarse de nuevo.
Qué bien le rebotaba al cabrón entre las piernas, ahí suelta zarandeándose con toda libertad de un lado a otro, bien empalmada y dura y con todos los huevos colgando. Dylan no se pudo resistir a frenar el rebote con su mano y pelársela duro a la vez que le acicalaba el pezón de la tetilla con la lengua.
Una polla así de grande se merecía también tener su agujero y Dylan le prestó el suyo. Una oleada de gusto y vicio le inundó al notar el cipote robusto, gordo y caliente horadando su orificio. Tenía el pollón de Adam en la boca cuando Jim se inclinó para follarle a saco y sintió el golpeteo de sus enormes pelotas colgando azotándole la parte baja de la rajeta del culo, casi chocando contra sus propios cojones.
Menudo follarín. Le tumbó en la cama y le cabalgó el rabo. Adam seguía de mirón pero articipando activamente. Se sentó encima de la cara de Jim para que le comiera el ojete y las pelotas, también para no perderse lo que estaba a punto de ocurrir y es que Dylan estaba a punto de correrse sobre los abdominales del chaval. Adam estaba a punto de explotar de gusto viendo la polla de su colega soltando leche, el six-pack de Jim bien marcadito, su aliento acariciando sus pelotas.
Estalló por completo disparando y regando en todas direcciones, metiendo un par de trallazos sobre el torso de Dylan que estaba enfrente pero a una considerable distancia de su polla, otro que salió disparado hacia arriba sin control salpicándoles a los tres. Antes de perder potencia de saque, lo había dejado ya todo perdido de lefa. Abrió los ojos y vio los cuerpos de sus coleguitas bañados con su semen, con regueros de leche caliente por aquí y por allá. Jim le comió la polla limpiándosela y peguntándole qué clase de corridón era ese, pero es que para Adam correrse así era lo normal.
Cuando Jim se la pajeó dispuesto a correrse, Dylan ya estaba preparado con la boca encima. Los lefazos pasaron por delante de sus ojos y de su cara, pilló uno que le impactó en todo el paladar poniéndole de gratis la pasta de dientes con un goterón de leche colgándole del labio superior y después le succionó el pollón a Jim sacándole hasta la última gota. Pensó si escupirlo todo fuera, pero tras saborear el esperma en su boca durante un par de segundos, la nuez de su garganta subió y bajo. Se lo acaba de tragar todo de su colega, como un buen amigo.