Tú te levantarás cada mañana y tumbado sobre la cama mirarás al techo mientras piensas en culitos y rabos, se te pondrá dura y sentirás la necesidad de rebajártela a pajas. Y lo harás. Pero Oliver Marinho no puede, porque cada vez que despierta y se encuentra en su momento más íntimo del día, su compañero de piso Jonas Brown aparece por la puerta, se le tira en plancha rebozando su caliente cuerpo venezolano sobre el suyo y encontes su polla deja de ser suya para convertirse en propiedad de otro hombre.
No, desde que no vive solo Oliver no sabe lo que es ya hacerse una paja completa. Pero mucho mejor así, porque la boquita de Jonas es oro puro. Menudos labios tiene el cabrón, gruesos y sabrosos. Oliver la tiene gorda, muy gorda y también muy grande, veinte centímetros de carne de la que ese mamón se alimenta como si no le costara, paseando sus labios por arriba y por abajo con lel pirulón entre ellos, masturbando esa preciosa pieza.
Qué indecencia acordarse de la dama y el vagabundo en la escena de los espaguetis en ese momento en que se la está chupando, pero la ocasión lo merece cuando ve a Jonas succionarle el rabo y hacerlo desaparecer dentro de su boca en su totalidad, mirando perplejo cómo le planta los labios en los perros cancerberos de sus cojones y se queda ahí un ratito digiriendo por la garganta su enorme polla.
Cuando se la saca la tiene ya llena de babas, de sus babas. Al cabrón le encanta comérsela entera una y otra vez. Es demasiado pronto para sentir ese cosquilleo en las pelotas. Las tiene cargaditas y, como si Jonas oliera el semen correteando por ellas, acude a comerle las bolas.
Mucho rato ha pasado tumbado dejándose hacer. Se ponen de pie y empieza a convertir a Jonas en su putita. A Oliver le encanta manejar a los tios, hacerles sus esclavos y teniendo a Jonas enfrente sube un nivel. Le mola verlo tontorrón, recién alimentado de su rabo, borracho de polla, con los morros mojados de tanto chupar. Le coge de la mandíbula para mirarlo bien, le come a besos saboreando el aroma de su propia verga impregnado en sus labios y su lengua, le da unas cuantas hostias en la jeta y le escupe. Luego le agarra de la cabeza, se la hunde hacia abajo y le enseña cuál es su lugar.
Su lugar está ahí, de rodillas, comiéndole la polla todo el puto día. Cuanto más la moja de babas más fácil resbala entre sus labios y más adentro se le cuela. El muy mamón ni atragantándose, ni soltando arcadas se la saca de la boca. Oliver la tiene durísima y se le marcan ya las venas en el palo del rabo. Adora mirar hacia abajo y ver cómo se la come, ese bigotito fino que Jonas se ha dejado en el labio superior, un pequeño detalle que le pone a tono.
Le está volviendo loco tragándose la pija una y otra vez, así que ya puestos le sienta en el suelo, la espalda apoyada al pie de la cama, la cabeza en el colchón, Oliver hinca las rodillas a cada lado de su cabeza y le folla la boca. Sonidos guturales, arcadas, no hace caso a nada, él se la sigue metiendo, incluso se toma la libertad de, aún teniéndola insertada en su garganta, menear el culete y hacerse hueco entre sus labios para calzarla de pleno.
Después de darle rabo, se sienta en su cara y deja que le coma la raja del culo. Es todo un cerdete haciéndolo. No piensa regalárselo, al menos no esa mañana, sólo se lo deja comer para que se haga ilusiones. Le enseña de nuevo dónde está su lugar, montadito y cabalgando sobre las piernas de papi. Oliver se tumba a cuerpo de rey, con los brazos detrás de la cabeza y se pone las botas mirando a Jonas de arriba a abajo saltando sobre su polla, haciendo el avioncito sin sacársela y dándole la espalda para que se divierta viendo desaparecer su nabo dentro de un buen par de nalgas.
Jonas se pone a cuatro patas y deja que su macho le empotre a pelo por detrás. Siente las manos calientes en su espalda, en sus caderas, aferrándose a ellas mientras le empuña toda la verga por el culo. La enorme polla encaja dentro de él como si fuera magia. Hay algo de Oliver que le llama poderosamente la atención y que le deja a su merced como si le hubiera hechizado. Su torso amplio y peludo, sus brazos fuertes y esa cara tan atractiva que no puede dejar de mirar y que le enamora del todo cuando se pone a follarle bocarriba frente con frente.
Son sus cejas, sus largas pestañas, su ancha nariz, la barbita, todo el conjunto de ese hombre hace que el culo se le abra como una cerradura hecha a medida para la llave de su gruesa polla. No sabe si hay amor, pero los pocos momentos en los que él se inclina y le besa siente incluso más placer que comiéndole la verga, un cosquilleo indescriptible que le inunda todo el cuerpo.
Por si acaso se le olvida, Oliver le recuerda de nuevo cuál es su lugar y ahora es la hora de dar de comer al nene. Jonas se tumba en la cama y se la pela mientras Oliver le da de comer su biberón. Con la polla dentro de la boca, Jonas encuentra un punto de agarre plantando los pies en la cama, eleva el culete y se pringa de lefa la barriga. Oliver ocupa su lugar y se la casca. Jonas se dedica a lamerle la tetilla y el sobaco. Le encanta besar a un hombre cuando está a punto de correrse, sentir el aliento de sus gemiditos de primera mano.
La corrida les pilla a los dos por sorpresa y más a Jonas, que impresionado gira la cabeza para ver cómo ese cabrón suelta leche como una metralleta, perdigones por todas partes mojándoles a los dos. La mano de Jonas se lleva una buena parte de la munición y no duda en lamerla para saborear los mecos de ese machote.