Me encanta cuando mi compañía de seguros manda a los técnicos, fontaneros o electricistas de dos en dos. Suelen ser novatillos en prácticas pero que están buenísimos y les recibo al abrir la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Como tú cuando van extraños a tu casa, echo un ojo de cuando en cuando, por si necesitan algo o un refresco, con la excusa de recrearme la vista y ver si se relajan un poco en mi presencia.
En cuanto llego al salón, veo que sobro. Sir Peter ha decidido que es la hora del almuerzo y le está dando de comer todo el bocata a Oscar Marin. Se ha bajado los pantaloncitos por los muslos y el otro le está comiendo toda la verga, gordísima, empitonada hacia arriba, gigantesca. Parece que Oscar tuviera frente a la cara una hamburguesa de varios pisos y mucha hambre, porque la forma en la que abre la boca para poder calzarse ese pollón dentro es de aúpa.
Estoy tan embelesado como Sir Peter mirando la mamada, pero no se me escapa a la vista una segunda polla. Oscar ya entró por la puerta con el mono ligeramente abierto, marcando pechote, ahora por entre medias se le sale todo el rabo tieso. Dirijo la mirada de nuevo a la mamada y me relamo de gusto al ver ese enorme pollón gordísimo mojado en saliva, Oscar intentando metérsela por la garganta en un imposible, morreando la polla y restregándola contra su jeta, contra sus morros, contra su bigote y su barba, comiéndole los huevos. Sí que tiene hambre el cabrón.
Se han olvidado de arreglarme la lámpara, pero me suda la verga. Sir Peter se baja de la silla, se retira las solapas de la parte baja de su camisa azul y esconde las manos detrás. De dónde hostias ha salido ese pedazo de macho con esa descomunal polla lo desconozco, pero puedo imaginar cómo fue su entrevista. Con esa cara de empotrador, de vicioso y con un buen bulto marcando paquete no le faltaría trabajo.
La polla que ya era enorme, ahora está en su punto álgido, completamente dura, cogiendo un tono cada vez más rojizo por la fricción de la mamada y porque necesita combustible para poder empoderar lo bien que lo hace. La mano de Oscar se queda hasta pequeña encima de ese rabo. Mira hacia arriba suplicante, con el tronco rozándose los labios y la nariz. Sir Peter le lanza un escupitajo que cae en toda la barra y Oscar lo usa como lubricante para seguir chupándosela.
Se la agarra a dos manos y se dedica a juguetear con el cipote relamiéndolo en círculos con la langua y los labios. Sir Peter toma asiento y se desabrocha la camisa. Ese torso varonil, largo y perfecto me deja ciego de gusto. De la polla a la boca, Oscar sube para darle un morreo y hacerle probar el sabor de su propio rabo mojado. Sir Peter lo acepta de buen grado. Ya tiene los pantalones por los tobillos y se abre de piernas para que Oscar se la chupe bien.
Oscar se quita la parte de arriba del mono. Cuando veo que Sir Peter pasa una mano por detrás sobándole el trasero, sé que esos dos no van a tomar sólo la merienda. Van a comer, postre incluído. No puedo evitar imaginarme que estoy en una obra, disfrutando de lo que hacen los obreros a la hora de la comida. Veo la cara de Oscar por detrás de la pollaza. Se ha puesto tontorrón y no es para menos, porque Sir Peter se está aprovechando de su culo, metiéndole unos deditos a fondo, preparando el terreno.
Qué vistas más guapas tengo. Oscar se ha puesto donde estaba Sir Peter sentado, dándole la espalda, entregándole el agujero de su culito. Sir Peter le escupe encima y le mete un dedo que le deja completo. Miro la polla tiesa de Sir Peter y me pregunto cómo cojones va a entrarle todo eso por el agujero. Ardo en deseos por verlo.
Entra, sin condón, así sin más, la propia naturaleza que hace que el culito se te abra de par en par al sentir el roce de algo grande, caliente, duro y que deseas con muchas ganas. Impresionante cómo le da por culo a cuatro patas metiéndole todo el trabuco a fondo. Oscar tiene la cara roja, no para de gemir y Sir Peter sin despeinarse se lo folla con unas buenas culeadas, mordiéndose el labio, como si cada grito que saliera por esa boca le diera fuerzas para penetrarle más duro.
A partir de hoy, cuando me siente en el lado de mi sofá favorito, nada volverá a ser igual. A partir de hoy no podré evitar que vengan a mi mente las imágenes de ese empotrador cacheando el culazo de Oscar, reventándole a pollazos, metiéndole todo ese gigantesco miembro viril de veintitrés centrímetros por todo el agujero del culo, dejándole rojas las nalgas con el plas plas de los muslos chocando contra ellas, hipnotizado por el culazo de ese macho empotrador, por sus grandes huevos, por su implacable maza.
Lo que me faltaba era ver a Oscar montarse encima de ese pollón, con su polla cabalgando a viento, subiendo y bajando, su pito duro desmelenado mientras salta. Le veo hecho un ovillo sobre mi sofá que ya está lleno de flujos de hombre. Qué buen rato voy a pasar luego esnifando. Cuando se vuelve a levantar tiene el torso lleno de lefa. Un tio que es capaz de hacer que te corras sólo con metértela y sin que te la toques, se tiene ganado el cielo.
Me pongo nervioso porque llega el momento del postre y Oscar lo quiere en la carita, que no se pierda nada. Sir Peter se la menea con ambición. Veo en su gesto una mueca de placer. Está a punto de nieve. Echa la cabeza hacia atrás y suelta un lechazo que le tapona la nariz. Luego una hilera blanca surcando sus napias y la mitad de la carita, mecos en los pelos de su barba. No dejo de mirar esa cara llena de leche, bien pegada, como superglue y al cabrón que no para de chupar la maza, de suspirar hasta por la última gota.
Sir Peter baja a buscarle y se besan con toda la lefa encima, pringosa entre las dos caras. Maldigo mi estampa cuando en el mejor momento, en el más dulce de todos, se cae una carpeta del mueble que hay a mi lado. Se asuntan y salen corriendo por miedo a ser pillados. Pensaré en la forma de cargarme la instalación entera si hace falta si con eso consigo que me manden de nuevo a estos dos.