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Arthur Joseph se queda desnudito sobre la cama y come rabo con leche | Latin Leche

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Cuando el cazador entró en la habitación y vio a Arthur Joseph en la cama, apoyado contra el cabecero mirando el móvil, pensó que seguramente le faltaría nada y menos para empezar a cascarse una paja. Antes de que se pusiera a ello, le ofreció una buena suma de dinero por grabar otro vídeo, por tocarse y dejarse tocar, por hacer esas cositas que hacemos los tios cuando estamos a solas.

Le encantaba esa cara que ponía, entre tímido y decidido, entre ambos bandos. Cuando agachaba la mirada era todo ternura, pero cuando miraba fijamente con esos ojazos, parecía un auténtico viciosete. La ropa fuera, cuanto antes. No fueron pocas las que el cámara paseó su mano por sus marcados abdominales. El chaval para su edad estaba riquísimo y aunque algo delgadito, tenía un cuerpazo que iba camino de tener una complexión atlética.

Esas piernazas peludas que empezaban a construirse en ese recién formado hombrecito, la abertura de la raja del culete que se percibía por debajo de sus pelotas. Le apartó la mano para cogerle la polla morcillona mientras se la estaba cascando. Un pitorro largo y chulísimo de los que se pajeaban a dos manos y con boca y de cuyo tamaño era plenamente consciente, pues se la agarró por la base y se dio unos sonoros pollazos sobre la mano abierta.

En manos del cazador, Arthur era un perrete obediente. Le ordenó ponerse bocabajo tumbado en la cama. Adoraba su culo y aún más lo que se le veía entre las piernas, los huevos aplastados contra las sábanas. Le hizo elevar un poco las caderas, pasó una mano por debajo y le forzó el pollón pasándoselo entre las piernas. Ahora sí que estaba perfecta la imagen.

Forzando el pene hacia abajo forzó igualmente que se le pusiera durito y cuando lo consiguió pasó una mano acariciándole el prepucio y el rabo. Eso le puso cachondísimo y enseguida reclamó polla. El cazador tenía una bien gorda para darle de comer. Bendita inexperiencia en comer nabos, porque eso le daba un toque especial. Tan pronto la mamaba como un hetero al que ponían a comer rabo su primera vez como que escupía encima y la tragaba hasta los huevos como un experto.

El cámara le preguntó varias veces si le gustaba. Ya sabía la respuesta, pero necesitaba escucharla de su boca, con los labios llenos de babas. Chuparla un poquito más tenía premio y Arthur mamó para bingo. Más plata por sentarse encima de sus piernas y clavarse el rabo a pelo. Esa cara de dolor y después de gusto que ponía al sentarse encima no tenía precio.

Tenía tan buen agujero como tenía la boca y se lo tragaba todo. Al comienzo, del dolor, se le retrajo un poco la polla, pero después, mucho más cómodo, su rabo volvió a agrandarse y terminó saltando, dándole una buena tanda de pollazos sobre la barriga. Terminó follándoselo bocarriba. Se estaba tocando, meneándosela, la polla durísima y roja entre sus manos. Se deslechó encima, gimiendo, gozándola, impulsando la cabeza hacia atrás y volviendo a levantarla mirando cómo salía la leche de su polla.

El cazador le preguntó si quería leche. Correrse en sus abdominales habría sido una buena opción, pero al cabroncete se le ocurrió acercarse a chuparla y el cámara no iba a desaprovechar una oportunidad como esa. Dejó el poso de su lefa sobre la lengua. Arthur cerró la boca. Se resistía a tragar. Que se hubiera decidido a comerse toda su leche hubiera sido estupendo, pero no estuvo mal ver cómo se levantaba y le colgaban los lefotes por el labio y la barbilla.

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