Cómo le gustaban a Wesley Nike los jovencitos, siempre tan ardientes, deseando explorar cosas nuevas. De momento Igor Baianinho no paraba de sobarle el paquete, gozándola sintiendo que algo grande había ahí debajo, intentando abarcarlo con su mano, palmeándolo y mirando con una sonrisa cómo rebotaba arriba y abajo. Y cuanto más tocaba y más se imaginaba lo que había, más tierno se ponía.
Wesley se la enseñó para que no tuviera que imaginar más. Se bajó los calzones. Una pollaza monumental, una pedazo de bestia parda folladora se quedó colgando morcillona mirando hacia la zurda, larga, gordísima, venosa, con el cipote semi encapuchado. Colgando, dos buenos huevazos de los grandes, en su bolsa de fina piel arrugada.
Un tímido pero deseoso Igor le fue dando besitos alrededor de ese monumento, acercándose cada vez más, rozando el rabo con su carita. De repente le entró un arrebato al ver que Wesley se agarraba la polla y la meneaba y plantó todos los morros en la verga, despachándose a gusto y rebozando la jeta por las bolas, empujando el pollón hacia arriba con la nariz, nutriéndose del exquisito aroma a rabo.
Era tan grande que no sabía por dónde empezar. Se la metió en la boca como si fuera una nube, solo que esta no se derretía dentro de ella, sino que se hacía más grande. Anclando dientes y labios en una larga escalada, se fue metiendo el pito semi duro hasta abarcar casi toda la polla. Tras unas cuantas mamadas, el pito se puso durísimo y brillante con sus babas encima, conformando un rabo de chocolate de primer nivel.
Se dio cuanta de cuánto había crecido cuando intentó tragar como si estuviera blandita y le sobrevino una arcada. Al sacar el vergón de su boca, vio ese descomunal pollón empitonado dando bandazos de lado a lado, una erección imposible de controlar debido al propio peso de la la polla. En ese nuevo estado de empalmamiento, si intentaba tragar más de la mitad le venía otra arcada, pero nada condicionó que siguiera chupando ese miembro descomunal y potente.
Esa valentía tuvo sus consecuencias. Wesley vio sus arrestos y apostó por más. Le puso una mano con cariño por debajo de la barbilla sosteniéndola con sus largos y fuertes dedos, lo mismo hizo con la otra mano poniéndola encima de su cabeza. Apretó y jugó con su cabecita com si fuera un balón, desplazándolo hacia fuera y hacia su cuerpo en un intento porque se comiera todo el trozo de polla. Más arcadas. Igor mirándole con ojitos de cachorro dominado desde abajo mientras tosía y la saliva colgaba entre el rabo y su boca.
El chavalín tomó un respiro comiéndole los huevos y aguantó una agradable paliza de rabo sintiendo su peso y su calor antes de revolverse, bajarse los gayumbos y quedarse apoyado en el reposabrazos del sofá dando la espalda a Wesley. Tenía un culazo bonito y muy estrechito. Esperó que Wesley no le hiciera mucho daño metiéndole esa mazorca brasileña de veintidós centímetros.
Sin condón, Wesley le presentó el cipote en el ojal. Uno, dos, tres, cuatro caderazos. Imposible penetrar sus profundidades. Estaba tan cerrado que no le entraba ni el pelo de una gamba. Vamos que si ese iba a tragar. Le palmeó el trasero y forzó el agujero con su enorme polla colando el cipotón. Igor lanzó un gemidito cargado de dolor y gusto. Alargó el brazo e intentó pararlo poniéndole la mano en la cadera.
Pero no paró. Se la metió un poco más y empezó a follárselo a pelo. No le había metido ni un cuarto de rabo dentro cuando Igor empezó a gemir como una perra, con los ojos en blanco. Cuando Wesley se la sacó, en lugar de amilanarse, elevó una de las piernas y la puso encima del reposabrazos, se lamió la mano con la lengua y llevó esa misma mano a su ojete acicalándolo con su lubricante natural.
Fue él mismo el que ahora alargó la mano pero para algo muy distinto a lo de la primera vez. Esta vez agarró la polla firme con su mano y la condujo hasta la entrada. En esa nueva postura fue capaz de tragar media polla y dejarse embestir. Era buena señal el que ya pudiera sentir los banzados de los huevos chocando calentitos y cargados contra su muslo y contra sus propios cojones. Así de colgantes y grandes los tenía.
Igor estaba totalmente entregado. Le fallaban las fuerzas y acabó con el culo en pompa en el reposabrazos del sofá y el resto de su cuerpo en caída libre hacia el suelo. Wesley aprovechó el momento para enfilarle desde arriba, le clavó toda la polla una y otra vez entera y empastó los huevazos entre sus muslitos. Igor estaba en una postura en la que los cojoncetes se le salían entre las piernas, así que ellos se llevaron también un buen masaje.
Tras un gran esfuerzo por conseguir penetrar ese culo tan estrechito, papi necesitó un descanso. Wesley se sentó en el sofá con la polla tiesa e Igor aprovechó la ocasión para cabalgarle, para hundir el gigantesco rabaco en su ano y masturbárselo con ganas. Joder con el tio. Al principio no le entraba ni el cipote y ahora no paraba de menear el trasero tragándose todo el pollón.
Hizo el avioncito sobre la polla y se la siguió pajeando con el trasero, esta vez dándole la espalda para que viera sus dos nalgas redonditas y suaves comiéndose todo ese rabo. Por primera vez Igor dejó ver su erección, dieciocho centímetros de pollón bien puestos. Para cuando Wesley volvió ejercer de macho empotrador y se la hundió hasta las trancas mientras Igor estaba tumbado en el sofá y con las piernas abiertas de par en par, Igor ya tenía un agujero abierto en el culo de un tamaño impresionante.
Igor sintió toda la potencia de esa descomunal pollaza, el incesante golpeteo de los cojones cerrándose en banda sobre su trasero. Por eso, cuando Wesley le ordenó que se pusiera de rodillas en el suelo, lo hizo sin preguntar por qué. Descubrió pronto el motivo. Wesley empezó a menearse el rabo encima de su cara, él por instinto abrió la boca y sacó la lengua. De repente un chorrazo le dibujó el bigote y un montón de lefa le inundó la boca de semen obligándole a escupirla hacia afuera.
La lefa se quedó en sus morros y en su barbilla, con unos buenos colgajos colgando de ella, cayendo a plomo sobre su pecho, dejándole alrededor de la boca un poso de amor inconfundible. Volvió a chupársela. Un nuevo pegote de lefa meciéndose entre su barbilla y su pecho, resistiéndose a caer. Ahora entraba mejor y más resbaladiza, pero tragó más de la cuenta y sintió otra arcada. Mientras Wesley le daba un repasito con el pollón sobre los morros, Igor se quedó mirándole, sintiendo cómo le palpitaba todavía el ojete, que se había acostumbrado a ser forzado hasta el límite y ahora pedía más, la cara y el cuerpo bañados en lefa, puré de macho.