Pocos lugares encuentra Ian Greene más placenteros que la orilla del lago. Hacía tiempo que había encontrado el lugar idóneo por donde apenas paseaba la gente, pero donde se daban cita chicos como él, guaperas, desinhibidos, con ganas de hacer nudismo y reconocer en los demás la belleza y los secretos de un cuerpo masculino igual que el suyo pero a la vez tan diferentes.
Leer y disfrutar de las vistas ya le reconfortaba y si alguna tarde pillaba y se comía una buena polla, mejor que mejor. Renegaba un poco de los que iban de chulitos como William Seed, que se creíanque podían meterla en cualquier parte a las primeras de cambio. Aunque le molaran tios como él, solía ponérselo difícil. Si querían entrar con su rabo dentro de él, tendrían que ganárselo y con este se tuvo que resistir mucho, porque estaba buenísimo.
Ademá de guapo, todo un guasón. Había llevado consigo un dron con una polla de goma. Lo alzó al vuelo y atinó con el dildo en el ojete de Ian, que hizo como que se cabreó y persiguió a ese chulazo hasta una zona verde repleta de árboles y sombreada junto al agua. William acababa de resbalar sobre el césped e Ian ni se dio cuenta de que mientras le reprendía, sus pollas estaban erectas.
Cuando Will le guiñó un ojo, dejó de disimular, se agachó, tiró de la goma de los apretados calzones de William y le comió toda la polla. Así a simple vista parecía que podía tragársela entera, pero a medida que fue posando sus labios más hacia la base, se dio cuenta de que era más larga y gorda de lo que aparentaba. Joder qué pollón más rico. Ian no recordaba haberse comido uno igual en toda su vida, tan sabroso que cuando lo sacó por primera vez de su boca, estaba babeando.
Al ponerse a cuatro patas sobre el suelo verde lo hizo con mucho gusto. Sólo hacía falta ver a ese santo varón ahí de pie, todo musculoso, guapísimo, con una tranca flipante y bien dura, para rendirse a sus pies. Y no era de los que se quedaba quieto viéndolas venir, dejándose hacer la mamada simplemente mirando, qué va, era de los que agarraba la cabeza, de los inquietos y de los que no paraban de joder la boca culeando un poquito más.
Normalmente, cuando Ian le comía la polla a un tio que no le gustaba de cara, evitaba el contacto visual, pero con William andaba como una perra en celo buscando la mirada de ese chulazo, porque mirar esa carita tan guapa le daba tanto gusto como comerle la verga. Pensó en la cantidad de tios que le habrían comido la polla, pero él debía estar haciéndolo mejor que el resto, porque Will no paraba de gemir y llevarse las manos a la cabeza del gustazo.
Le amó la polla hasta los huevos y no le importó ese momento en que se quedó por unos segundos sin respiración, cuando Will le agarró por detrás de la cabeza con las manos cruzadas y se la apretó a fondo atrayéndola hacia su cuerpo. Un segundo estaba delante de él y al otro haciendo una sentadilla detrás, conduciendo la polla hacia el agujero de su culo.
Sintió una oleada de placer llenándole el ojete. Una polla dura, robusta y tremendamente experta separándole las paredes del ano. Las manos calientes en sus caderas, unos muslos fuertes y musculosos frotándose contra los suyos. Le estaba cubriendo como un perro en mitad del campo. Al darsel la vuelta, tumbarse bocarriba y ver a ese guaperas abalanzándose hacia él, en postura de flexiones, metiéndole la tranca y mirándole a los ojos, se derritió de gusto y el ojete se le dilató de repente.
Menuda fuerza, qué potencia de follada, todo un empotrador. Le tenía cogido de tal forma que cada vez que se la metía, le fostiaba los huevos con los abdominales. Ian sintió que quería ser todo para él. Su recipiente, su saco de boxeo, su putita. Machotes así era lo que conseguían de otros, que les amaran y sintieran una dependencia sexual sin precedentes.
Cuando William metió el turbo y comenzó a fustigarle el ojal a toda hostia, Ian aprovechó el movimiento incesante y que se estaba haciendo pajote para culminarlo y correrse encima. Creía que William iba a hacer lo mismo, pero en lugar de eso, se acercó a su cara, le susurró lo mucho que le gustaba su culo y le hizo cabalgar un rato más sobre su tranca.
Satisfecho, Will hizo a Ian ponerse de rodillas y se acercó a él de pie pajeándose sobre su cara. Le agarró del pelo en cuanto sintió el gustillo recorrer su espalda y después de un primer lechazo descontrolado en forma de lluvia mojándole la cara y reluciente bajo el sol, le llenó la boca de semen, en tal cantidad que se le salía por la comisura de los labios y le goteaba por la barbilla.
Al ir a comerle la polla, medio ahogado por tanta lefa, un colgante de leche espesita resbaló entre su boca y el rabo germinando el suelo. Antes de desperdiciar más, se merendó el rabo una última vez hasta las bolas, colando el cipote por su garganta y dejándolo allí un ratito deglutiendo el esperma. Le encantó comerle todo a ese tio. El chulito del dron había resultado ser un buen partidazo.