Flexiones con rueda, dominadas, abdominales, Rico Vega empieza a notar el sudor en su cuerpo y necesita un trago de agua. Tras hidratarse, vuelta a la rutina de ejercicios, esta vez con unas durísimas abdominales inversas llevando todo el peso del tren inferior de su cuerpo hacia el pecho. Sir Peter es un buen entrenador, pero el cabrón no es de piedra. Al ver ese culazo moviéndose hacia arriba y hacia abajo, empieza a empalmar por instinto. Rico lo nota, siente somo algo grande y durito roza contra su trasero cada vez que baja y sube.
Es una motivación excelente, si bien en ese momento no dice nada. Es común entre los deportistas, por el esfuerzo, que se te ponga dura o morcillona y también es normal avisar al afectado cuando lo detectas, para que haga una escapadita al baño y se relaje, porque a veces ni ellos mismos con conscientes de que tienen el pito en buena forma. Como también es fácil confundir sentimientos cuando tu entrenador se mete entre tus piernas y empieza a tocarte de una forma que no corresponde con algo que tenga que ver con el ejercicio en cuestión.
Está caliente y lo que Rico tiene delante de él le llama demasiado la atención. Un tiarrón atractivo, potente y musculoso. Barbita, brazos grandes destacando por fuera de esa camiseta ajustada de tirantes. Y por debajo de las bermuditas rojas y ceñidas, la empalmada de un buen pollón. Rico alarga la mano y enfunda con ella el paquete. No es grande, es exageradamente grande. Al tocarla y palparla en apenas un par de segundos se muerde el labio inferior y piensa la de cosas que haría con ese rabo.
El deseo se apodera de Rico cuando Sir Peter se hace el sorprendido. ¿Acaso esperaba otra cosa yendo por ahí con esa cacharra marcando bulto? Sir Peter le pregunta qué quiere. Casi susurrando, Rico le responde amasando su paquetón y acercándose a su cara para darle un beso. Quiere otro tipo de rutina, quiere sudar, quiere rabo, quiere que lo empotre y le alivie el ardor de todos los agujeros de su cuerpo.
Siente el calor de sus manos grandes rodeando su cuello y el primer morreo con lengua le calma y le excita a la vez, convirtiéndolo en una perra en celo. Cuando Sir Peter se levanta, la tienda de campaña que tiene montada en los pantaloncitos cortos es impresionante. Un pedazo monumento tieso apuntando hacia arriba, ligeramente inclinado hacia la izquierda.
Mientras Sir Peter se baja las bermuditas, Rico se pone de rodillas. El enorme pito sale a su encuentro. Es tan grande como intuía. Planta una mano en la base y le pega una calada al cipote, le echa arrestos y empieza a deglutir polla. Al ver sus intenciones, Sir Peter le coloca las manos por detrás de la cabeza, ayudándole en la tarea de comer rabo.
Al llegar a la mitad de la tranca, Rico se queda sin aliento. Es una polla que alimenta, que uno se la come con la vista, pero que a la hora de la verdad cuesta tragar. Rico es valiente y lo intenta. Deja que el cipotón se asiente a la entrada de su garganta e intenta tragarlo pero es tan gordo que lo único que consigue es que le deje la cara roja, las venas del cuello y la frente hinchadas por el esfuerzo y el inicio de una arcada descontrolada.
Sus morros huelen ya a rabo de macho y eso le excita. Contribuye a la tarea Sir Peter, que le lanza varios gapos desde arriba, dejándole los salivazos pringando de su barbita. Rico jadea como una perra cuando no tiene la polla dentro de la boca y Sir Peter aprovecha para menear su ciruelón y darle una buena tanda de hostias en esa jeta tan guapa.
Tragar rabo se convierte en un reto. En un nuevo intento, Rico consigue comerse dos tercios y las babas se quedan colgando del pollón y los huevazos de Sir Peter, también de la barbilla de Rico, chorreando como si fuera lefa. Toma un descanso besándole los huevos, amándoselos y sintiendo ese tronco duro y firme rebozándose por encima de su cara.
Con uno de los agujeros calmados, toca dejar el otro satisfecho. Rico se pone de rodillas sobre el reposabrazos del sofá de la salita de descanso, con las piernecitas abiertas y el culo en pompa. Se pone cachondo al mirar hacia atrás y ver la masculina y bonita cara de Sir Peter zampándose su culete, haciendo un excelente trabajo en el interior de su raja.
Sin dolor no hay amor. Que te metan una polla varonil de veintitrés centímetros de largo y varios de ancho por el agujero del culo es de un indecente que flipas. Ya sólo de sentir el cipote hundido en su ano, Rico se revuelve y su ojete se estrecha, pero Sir Peter no para y sigue adelante, ya no hay nada que Rico pueda hacer para frenarle. A base de empeño y de caderazos al toque, le va metiendo cada vez un centímetros más de polla hasta ue empieza a follárselo.
Se sube con él al sofá y le cuble el culazo blanquito entre sus muslos. Le destroza el ano con la polla, arrasando con todo, una puta barrena penetrando por un hueco super estrecho. Las vistas traseras son puro espectáculo. El macho empotrador lueciendo culo, cojonera y rabo, embistiendo. Sus muslos apoyados sobre las nalgas blanquitas de Rico, al que le cuelga una buena huevera y una preciosa polla bien dura y larga entre las piernas, cilimbreando un poquito cuando le embisten, lo justo para desear meter la cabeza entre ellas y chupársela.
Sir Peter se deja de jueguecitos y la rabia se apodera de él. Sabe cuándo un culo está preparado. Mete un caderazo y se la cuela entera. Por primera vez Rico siente la rugosidad de las pelotas de ese macho rozándole el trasero. Lo tiene completamente dentro, saliendo y entrando del interior de su cuerpo a su antojo. Entonces Rico siente el placer y no quiere que deje de hacer eso. Se lo da a entender sin palabras, gimiendo de gusto, agarrándole la pierna para que siga.
Ver a su entrenador trabajando duro le pone a tope. Rico se tumba en el sofá, con el culo todavía apoyado sobre el reposabrazos, y deja que Sir Peter haga el trabajo duro. Tanta belleza le deslumbra. Ese torso masculino, largo, peludete, musculoso, el grosor enorme de la polla que no para de fustigarle el ojal. Rico se coge el rabo con la zurda y lo castiga hasta que empieza soltar leche.
Sir Peter se sienta en el sofá y comienza a pelársela duro. Un tio grandote haciéndose una gran pajota. Rico se inclina agarrándose del muslazo peludo de su entrenador y abriendo la boca en dirección al capullo. La leche empieza a salir de forma descontrolada. Rico persigue cada lefote con la mirada, intentando adivinar dónde caerá el siguiente, cuando recibe una buena ración en todo el labio y después más en la barbilla. Le deja con el bigote y la barba llenos de calcio.
Aparta la cara para ver lo alucinantemente grande que es ese pollón y para ver salir la cantida de leche que tiene acumulada en los huevos. Mientras lo observa de cerca, se alimenta saboreando la lefa que le ha dejado encima y sube a compartirla con su entrenador, que le limpia a lengüetazos toda la parte del bigote. Un entrenador exigente y duro que sabe recompensar el esfuerzo.